Recientemente Fepamic culminaba la celebración de su 30 aniversario con la puesta en escena de la Feria de Asociaciones en el bulevar del Gran Capitán. Hubiera bastado para cualquiera que se precie en el más mínimo sentimiento de dignidad humana, el visitar dicho evento y darse una vuelta por los stands de todas y cada una de la asociaciones que allí se convocaban para asistir al testimonio vivo y contundente de la integración social, familiar y personal a través de la discapacidad entendida no solo como una circunstancia física o mental concreta que dificulta el desarrollo normal de ciertas actividades de una persona, sino como la capacidad absoluta y radical que tiene un ser humano para imponerse ante cualquier circunstancia precisamente como eso, ser humano. Esto último, además de toda la prolija, detallada y oportuna información de todas y cada una de las asociaciones estaba en dicha feria. No pertenecía al escenario de carpas, mesas, carteles, trípticos, merchandisings ni cualquier otro medio de propaganda e información, sino ese otro escenario que se asoma en la mirada de todos los que con sus asociaciones representaban eso que nos iguala por arriba a todos: la dignidad. Como decíamos hubiera bastado con pasarse por la Feria de Asociaciones para empaparse de esta realidad. Pero la verdad, cuando se mira directamente a los ojos deja un ineludible sentimiento de respuesta en aquellos que la miran, y es precisamente ese sentimiento de admiración, reconocimiento, apoyo y hasta comunión, lo que uno siente necesidad de expresar a los cuatro vientos. Y es lógico por otra parte sentirse agradecido a aquellos que al final no es que se hayan integrado ellos en esa supuesta sociedad en la que deambulamos, sino que son ellos los que con su ejemplo de vida nos han integrado a nosotros en lo que verdaderamente nos integra en la humanidad: la dignidad de eso, ser personas.

* Mediador y coach