Un día, hace años, un niño me preguntó: ¿maestra, tú votas? ¡Claro que sí! -le contesté-. El niño, no conforme con mi respuesta, añadió: ¿y a qué partido votas? Me hizo dudar unos momentos buscando la respuesta más ajustada a la realidad y que satisficiera su curiosidad. Al fin, le dije la verdad, porque jamás se debe engañar a un niño, a no ser que podamos perjudicarle, en cuyo caso mejor dar respuesta dubitativa y añadiendo: puede ser esto o puede ser otra cosa. Pero, claro, la pregunta del niño exigía una respuesta sin ambigüedades y de ahí que mi contestación fuera la pura verdad: pues voto -le dije- a quién me parece que tiene mejor programa, pero no por eso mi voto es siempre para el mismo partido. ¿Entiendes? El niño, no contento del todo prosiguió en su interrogatorio: ¿Y en tu pueblo cuál es el mejor? Bueno, pues esta pregunta del pequeño me llevó directamente a este artículo que dedico a mi pueblo y especialmente a los políticos, porque tengo una verdad incuestionable: en mi pueblo, y para mí, no hay tales partidos, no hay políticos, hay, y esa es mi gran verdad, familia, amigos con cuyos padres, en gran mayoría, he compartido años de muchas dificultades, he compartido juegos, colegios parroquia, ferias, etc. En mi pueblo yo no podría votar, porque todos a una buscan y quieren lo mejor para esta ciudad del Betis, hermosa Villa donde nacimos. Desde la primera legislatura en democracia se han ido sucediendo distintas ideologías -e dice- pero a todas, personalmente les estoy agradecida porque, parte de lo que tengo se los debo a unos y a otros que me han ido distinguiendo con lo mejor. Por eso, hoy, tras elecciones, pasadas, quiero felicitar a todos los llamados políticos de mi pueblo, porque considero que todos son ganadores con nombres y apellidos que llevo en el alma.

* Maestra y escritora