Enclavado en las cumbres del Himalaya, Bután no se dejó convencer por los grandes economistas occidentales de que un país debía empeñarse en aumentar cada año su riqueza. En 1972, el entonces rey Jigme Singye Wangchuck declaró que consideraba más importante el índice de felicidad nacional bruta (FNB) que el producto interior bruto (PIB). El FNB implica el concepto de desarrollo sostenible y un enfoque holístico de progreso basado en el respeto a la naturaleza y el bienestar ciudadano. El monarca del diminuto país fue un adelantado a su tiempo. Días atrás, durante el Imperial Spring International Forum, organizado en China por el Club de Madrid, el patrocinador de un importante seminario económico en Finlandia me comentó que pensaba dedicar el de 2020 al índice de la felicidad.

Cada día se hace más evidente que los recursos naturales del planeta se agotan y que en las personas crece el sentimiento de frustración y engaño por la falacia de que cuanto más tienes, más feliz eres. Es urgente abandonar la obsesión por el crecimiento y la acumulación para crear las bases de una economía circular en la que la cooperación y el reciclaje sean los pilares del nuevo modelo de vida. La adaptación de Europa al siglo XXI pasa por abanderar la lucha contra el cambio climático e impulsar el estudio y la discusión con los países emergentes para establecer nuevas formas de desarrollo económico y social que no incidan en la destrucción de la naturaleza ni en la sobreexplotación de sus recursos.

La crisis del 2008 reveló la impotencia del sistema económico internacional nacido de Bretton Woods para hacer frente a los enormes retos que hoy encaran la humanidad y el planeta. En medio del mundo caótico creado por la incapacidad del capitalismo para dar una respuesta coherente que facilite la transición del orden establecido, comenzó a abrirse paso el índice FNB. En el 2011, la ONU adoptó por unanimidad una resolución de la Asamblea General, que pedía un “enfoque holístico del desarrollo” destinado a promover la felicidad y el bienestar sostenibles. Poco después, en abril del 2012, organizó una reunión de alto nivel sobre “Felicidad y bienestar: definir un nuevo paradigma económico”, para impulsar la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo basado en la sostenibilidad y el bienestar.A finales del siglo pasado, Naciones Unidas hizo suya la iniciativa del economista paquistaní Mahbub ul Haq, nacida de la teoría del filósofo y economista indio Amartya Sen, del Índice de Desarrollo Humano (IDH) que, para clasificar la situación de un país, valora no solo el PIB sino también los niveles de educación y salud de la población. Este índice es mucho más cercano al de la felicidad que preconiza Bután, pero carece de algunos de los principales componentes del FNB, como el bienestar psicológico, la diversidad y resiliencia ecológica, la vitalidad comunitaria, la diversidad y resiliencia cultural, el buen gobierno y el uso acompasado del tiempo.

El Club de Roma, que en 1972 alertó al mundo con su informe Los límites del crecimiento, ha publicado este año un nuevo manifiesto (Come on!) en el que asegura que la crisis del 2008 fue principalmente el resultado de una codicia irresponsable y critica duramente el consumismo. El texto sostiene que no existe un gobierno ni una tecnología capaz de hacer frente por sí solo a los retos y amenazas que la humanidad enfrenta. Hace un llamamiento a la cooperación entre los diversos actores del planeta y afirma que el pilar del futuro es la “circularidad de los materiales”. Es decir, nuestra felicidad está en el reciclaje.

* Periodista