Trump es un déspota y por eso fascina. Sus súbditos, convertidos democráticamente en votantes norteamericanos, querían un cacique que otorgara seguridad a sus vidas, cada vez más pobres e inseguras. Así se explica que el Dow Jones, por primera vez, supere los 20.000 puntos y haya subido un 10% desde que el millonario fuera elegido presidente. Trump, despóticamente, es decir, autoritariamente, desde la supremacía que otorga ser el presidente del país más poderoso del mundo, experimenta la excitación de ejercer el poder por encima de consideraciones morales, derechos humanos o acuerdos internacionales.

Trump anula los límites culturales que nuestra civilización occidental había convertido en hegemónicos. ¿Degradación moral? Sí. ¿Y qué? Para todo el mundo lo más esencial es la seguridad. Y Trump tiene el olfato de un sabueso para descubrir las oportunidades bajo tierra. «¿La tortura funciona? Pues, torturemos. ¿La balanza económica con México se decanta hacia el país centroamericano? Pues añadimos un 20% a los productos que se compren, y con este dinero se pagará el muro que ya he ordenado construir en la frontera. Primero, América. Y estad tranquilos, porque voy a aniquilar el Estado Islámico».

Trump hace y deshace a su antojo y dispone de personas y cosas. Con nuevas leyes, nuevas órdenes y un lenguaje grosero, sitúa en la categoría más alta los instintos más bajos.

El mundo occidental lo empieza a considerar un peligro, pero sus votantes le admiran por su fuerza, porque pueden identificarse fácilmente con él y porque su autoritarismo les confiere seguridad. ¡Cuándo tantas personas malviven, han perdido el empleo y la casa y ven peligrar el futuro de sus hijos en un mundo globalizado donde el terrorismo desata el miedo, no queda mucho espacio para hablar de diplomacia, derechos humanos o falta de prejuicios. Donald Trump es un peligro, sí, pero a la vez un monstruo que fascina. Haría bien la Europa civilizada de traducir en acciones los valores que dice defender. Los clásicos lo saben bien: se admira al déspota y se desprecia al débil.

* Periodista