Decía el insigne músico Pau Casals: «Nosotros debemos pensar que somos una de las hojas de un arbol y el árbol es la humanidad. No podemos vivir el uno sin el otro, sin el árbol». A muchos de los que se dedican hoy a la política parece importarles bien poco el «arbol», o lo quieren «desnudo de hojas». En su manera de hacer politica, algunos parecen más fanfarrones de taberna que individuos formados, informados y sobre todo, ejemplos a seguir. Hablando de fanfarronería, existen varios cuasi sinónimos que la identifican muy bien: postureo, engreimiento, bravuconería, vanidad, vanagloria, petulancia... Viene esto a cuento en los políticos porque hace un tiempo que la excepción se ha convertido en norma y viceversa. Siempre existieron aquellos que con puestas en escenas ampulosas, usando su gracejo, la demagogia o el alarmismo, metían la suficiente «tajada» para sobrevivir políticamente durante un tiempo, sin apenas aportar nada en el fondo, vamos, como cuando la cáscara se acaba conviertiendo en lo mejor que te ofrecen de un huevo. Pero era así, a poco que fueran amigos de la coyuntura y lo superfluo, dieran tres ideas fuerza que llegaran a la fibra sensible de gran parte de la población, ya tenían un buen trecho ganado.

Pasa que estos últimos meses, esto se ha magnificado tanto y se ha subido el listón de las boutades, que son muchas cosas, menos anécdotas. Ya no hablamos del gracioso, el piquito de oro o el guaperas de turno, sino de gente muy peligrosa que está poniendo en jaque la convivencia, alentado por unos miles de votantes ingenuos en algunos casos y muy interesados en otro, así como amparados por su anterior partido que solo buscan el poder a cualquier precio, aunque sus mensajes huelan bastante a manido y sean simplistas; pero ahora con una carga de odio y de negacionismo, que de seguir así, nos harán naufragar y hundirnos en las profundidades de los negros augurios y en las procelosas y turbias aguas que anegan este país llamado España.

El malo, en el Oeste, no solo era el más feo, también el más lento al disparar; ocurre que hoy esos --los malos-- son los más rápidos y a punto están de alcanzar a los buenos, que en el caso de la política, somos la mayoría (además de incautos e inocentes). Así que tengamos mucho cuidado; por más que enarbolen banderas al viento, no os fiéis, los enfrentamientos entre banderas, entre razas y paises o el mal entendido igualitarismo entre sexos son una excusa más de su falta de escrúpulos, que nos están dejándo a los que no somos como ellos, exhaustos y al borde del abismo. Con el tiempo, conseguirán dejar al árbol sin hojas y se secará iremediablemente.

Peligrosas fanfarronadas, aquellas que se sueltan desde un atril y que acaban teniendo tantos seguidores, que viendo no quieren ver y oyendo no quieren oír... Y mucho menos escuchar.

* Diplomado en CC. del Trabajo