De nuevo, la muerte. Carmen murió acuchillada por su marido. La primera víctima de violencia machista del año en Cataluña. La novena en España. Durante un par de días hablaremos de Carmen. De las circunstancias de su muerte, de las condolencias de las instituciones, de las tristes estadísticas... Hoy, muchas mujeres pensarán que ellas pueden ser las próximas y muchos hombres pensarán que pueden hacerlo, que, si se calientan, pueden hacerlo. Porque las manos que clavan cuchillos, que golpean los rostros, están saturadas de celos, de obsesión, de poder y, también, de miedo y de rabia ante la posibilidad de perderlo. La mujer les pertenece. La mujer es débil. La mujer es un cuerpo al servicio de su placer... y el mundo aún les susurra que tienen razón. Sí, lloremos por Carmen, pero mirémonos, escuchémonos. ¿Cuántas imágenes, cuántos comentarios hemos tolerado en los que la mujer era reducida a un cuerpo, considerada dependiente del hombre, más frágil... inferior? Hay un sinfín de expresiones que destilan esa percepción. La mujer que se divorcia «no tiene suerte en el amor». Él, simplemente, se separa. Una estrella enseña las bragas y nos volvemos locos. Alabamos hasta la extenuación la belleza femenina, pero no hacemos lo propio con la masculina. Faltan hombres que vean el machismo, que sepan leerlo y, sobre todo, que lo denuncien. Hasta que no sean mayoría, las mujeres seguirán siendo víctimas. Y muriendo.

* Escritora