Intento imaginar la cara de Fernando Garea cuando el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, le comunica en un Rodilla su cese como presidente de la agencia EFE. La meca de los sándwiches en el viejo Madrid, pero también en este nuevo tiempo de pactos increíbles. El modus operandi recuerda al empleado con María José Rienda, avisada por teléfono por el ministro de Cultura y Deporte, Rodríguez Uribes, de su cese como Secretaria de Estado para el Deporte. La esquiadora olímpica llegaba de Estocolmo, donde asistió a la final del Europeo de balonmano ganado por España. Por teléfono: Oye, que lo dejas. La sustituta fue Irene Lozano, autora de la autobiografía de Pedro Sánchez sin que el nombre de Lozano apareciera en la portada. Toma honestidad. El hombre de las tesis doctorales de humo o infumables comunica así sus decisiones: por teléfono o en una cafetería, cuando uno está pendiente de elegir el sándwich. «Una agencia pública de noticias no es una agencia de noticias del Gobierno, ni siquiera una agencia oficial», ha afirmado Fernando Garea en su comunicado posterior al cese. Fue nombrado presidente de Efe en julio de 2018, tras la moción de censura a Mariano Rajoy. Lo sustituirá Gabriela Cañas, que no le ha escrito a Sánchez ningún libro -que sepamos- y ha sido corresponsal de El País en Bruselas. Durante este año y medio la agencia EFE presidida por Fernando Garea denunció el éxodo de cientos de miles de niños venezolanos abandonando sus estudios y dejando el país. Un día antes de su cese, EFE publicó un vídeo con unos refugiados en el basurero municipal de Paracaima, en la frontera de Venezuela con Brasil, buscando cobre y restos de comida entre una nube de buitres. EFE no ha sido una agencia de noticias del Gobierno y ha informado sobre Venezuela con objetividad. Garea es un buen periodista que además ha tratado con respeto a la oposición. Su cese es otra muesca en el revólver de esta presunta renovación democrática.

* Escritor