Puede suceder que dos actitudes opuestas presenten entre sí más semejanzas que otras más moderadas. Y es que la sabiduría popular es el mejor diccionario para aprender. Precisamente ayer, alguien me preguntaba: ¿te dan el tema para escribir o lo tienes que elegir tú?, y si es así, ¿cómo y de dónde lo sacas? No, nadie me da el tema; lo saco de la vida. Y sí, de la vida, de lo que cada día vemos u oímos. Bueno, pues en esta ocasión el tema me lo dio una señora que entró al supermercado donde yo esperaba turno. Llevaba a hombros lo que a mí me pareció en principio un bebé, dada la vestimenta y carrito de dónde lo acunó: era un perro. Nadie puede imaginar las pedradas que de niña me llevé por defender perros y gatos del maltrato de chavales que en aquellos años los hacían víctimas de sus diversiones: latas con gasolina ardiente atada a las colas, puntería a saltarle ojos, etc. Muchos años han tenido que pasar para que se empiece a tomar conciencia «animalista» con grandes manifestaciones a favor de los animales. No me importa si un animal es capaz de razonar, solo sé que es capaz de sufrir y por ello lo considero mi prójimo, dice el médico Albert Schweitzer. También yo pienso así, y de hecho he tenido una perrita, y animales de todas clases, pero, como en todo, nos hemos ido al extremo contrario dejando atrás el sentido común y el termino medio que es dónde está la virtud, y así, en comedores, restaurantes, etc. vestidos elegantemente, nos encontramos con perros en brazos de sus amos sin reparar en el respeto que se debe a la comunidad, tal vez menos tolerante con estas modas. Sin duda alguna comprar o adoptar a un perro o cualquier otra mascota es algo muy loable, pero no deja de ser un animal al que hay que respetar que su status quo no es ir vestido de persona, algo que sin duda es una forma de maltratarlos. Y para otro día los muñecos bebés. ¿Qué hay de los niños de carne y hueso?

* Maestra y escritora