En Matemáticas, extrapolar, según la RAE, significa deducir el valor de una magnitud para valores de la variable que se hallan fuera del intervalo en que dicha magnitud es conocida. En un contexto no matemático, extrapolar es deducir conclusiones en un ámbito basadas en datos y hechos en otro ámbito más específico. La fiabilidad de la extrapolación depende críticamente del número y calidad de los datos y hechos objetivables del ámbito de partida así como de la mutua representatividad de los contextos comparados. Una extrapolación no es fundamentada y llega a falsas conclusiones si los datos de partida no son fiables ni representativos.

La extrapolación no fundamentada es un peligro en la actualidad ya que la información que recibe el ciudadano es masiva y la opinión pública puede quedar desinformada y confundida y sacar conclusiones erróneas que descalifican a una persona o a una institución. Además, ya se sabe: ofende que algo queda.

La parafernalia que se ha montado desde finales de marzo con el máster de Cifuentes por su empecinamiento en negar lo evidente como las falsificaciones de firmas, sin un partido que le haya parado los pies, ha propiciado un número elevado de informaciones periodísticas en todos los medios dejando, en muchos casos, a la universidad española como poco fiable, corrupta, como «coladero» para los políticos y famosos, etc. El desprestigio ha sido considerable y esperemos que no siga creciendo. Se extrapola sin fundamento los lamentables sucesos en una determinada área o Instituto de una determinada universidad (Rey Juan Carlos) al conjunto universitario español. Esto es absolutamente injusto.

Conozco grupos y compañeros de la Rey Juan Carlos que realizan un trabajo excelente. El grado de seriedad y transparencia de las universidades españolas ha dado un salto cualitativo y cuantitativo considerable en los últimos años. En la mayoría de ellas ya no son posibles estas irregularidades que a muchos universitarios nos parecen asombrosas o imposibles.

Es urgente recuperar la confianza de los ciudadanos en sus universidades públicas. Responsables académicos, personal de administración y servicios, profesorado y alumnado deben conspirar para erradicar la endémica mala imagen de la universidad, estos días más deteriorada si cabe. Hay que hacerle llegar a la opinión pública con acciones no demagógicas, solo la realidad de las universidades en docencia, investigación y trasferencia de conocimiento y tecnología. Esto no sería necesario si tuviesen implantado en realidad un sistema serio y concienzudo (no de pancarta) de Responsabilidad Social. Además, el Consejo Social debería tomar inmediatamente cartas en este asunto de la extrapolación errónea de la situación particular de mal hacer a todo el sistema universitario.

* Profesor jubilado de la UCO