Las cosas no ocurren por casualidad y ya es rara una época como esta en la que, como decía mi amigo Juan el otro día, tenemos «dos papas y dos Reyes»... «y un virus mundial asesino y solapado que nos impide abrazarnos», añadía yo.

La singularidad no negarán que no roza lo surrealista y será la historia la que dará cumplida cuenta de porqué se ha dado esta situación, a la que tal vez dentro de mucho los analistas le encuentren explicaciones que ahora ni atisbamos. Para colmo tenemos un orden mundial en donde China se agiganta y coge un protagonismo económico que puede hacernos vasallos perpetuos; unos EEUU pilotados por un descerebrado que cuando habla no puedes creer que esas tonterías las diga alguien que tiene en sus manos el destino de millones de personas; un Papa del pueblo criticado por la rancia curia y otro vivito y coleando que ni con una película de Netflix han conseguido humanizarlo.

Y en España cada vez con más partidos políticos con tintes republicanos y con la insólita situación de tener no uno, sino dos Reyes. El de siempre que tanto hizo en la transición y tanto la cagó luego, y el que siendo su hijo se ve aprisionado entre un padre presente, supuestamente corrupto, un cuñado necio y trincón, una mujer con mirada «rara, rara» y una heredera que sería el sueño de cualquier feminista sino fuera porque «feminista y monárquica» es una extraña combinación, además de aquel feo gesto que tuvo con la abuela, esa que lo aguanta todo. Y aquí estamos y a eso nos enfrentamos.

Cuando camino por la calle atrincherada tras mi mascarilla y observo a quienes se cruzan conmigo, hay muchas cosas que antes no veia y que ahora me sorprenden tanto como todo lo anterior, porque la edad en la que me hallo me sitúa en terreno de nadie.

Ni joven, ni en edad de levantar el país, ni de criar, ni de emprender -eso dicen las estadísticas- y tampoco en la edad de tirar la toalla y sentarme al sol a esperar el último tramo de una vida que dé por amortizada. Veo jóvenes que ante unas normas que se les hace difícil acatar (no es fácil a los 18, o a los 24 que te impongan distancia en los amores de una noche de verano) nos traerán brotes de covid «amoroso»; adultos de entre 30 y 40 con hijos pequeños y más preocupados por ellos que por una idea común con futuro incierto; demasiados en el saco de jubilados anticipados con muchas dudas de su prestación y ancianos que miro con distancia y miedo porque creo que a mi me queda mucho para eso.

Todo es falacia y miedo y ahora, por si no teníamos poco con la extraña dualidad, la amenaza de otro virus.

* Abogada