Es comprensible que generalmente no se hable mucho del éxito propio, aunque algunos no dejen de hacerlo, bien sea por modestia, para no despertar envidias, por no ser totalmente consciente de los logros alcanzados... Pero muchas veces resulta inexplicable, especialmente en Córdoba, que no le demos importancia a los logros de quienes nos rodean.

Les voy a poner un ejemplo de este pecado en propia carne: el triunfo que ha obtenido el dibujante Juan de Dios Pozuelo. Verán, Juan de Dios es de los amigos de toda de la vida, literalmente. Desde que jugábamos en las calles de Villanueva de Córdoba, desde el colegio, el instituto, los últimos años de la Movida madrileña, de aventuras y desventuras de la vida de treintañeros, «cuarentañeros» (que no cuarentones), de «cincuentañeros»... que no sé por qué en el diccionario se pasa de «añero» a «entón» cuando se cumplen los cuarenta.

Juande ha trabajado para Disney y otros gigantes de la animación en París o Dublín y en los últimos años ha participado en Atrapa la Bandera o Tadeo Jones, precursores de una industria con la que España ya saca pecho como potencia mundial. Miren el caso de Klaus, aunque se quedase sin el Oscar de este año. Pues bien, tras dos años de dedicarle toda la pasión y un ingente esfuerzo el dibujante jarote ha publicado un cómic de 172 páginas llamado a ser un referente del género en España para la década: El último Tahúr con guión de Rodrigo Sopeña (director guionista de La habitación de Fermat), y que cuenta novelada la historia del misterioso personaje Andy (S.W. Erdnase) que reveló en un manual en 1902 todas las trampas de las cartas poniendo fin a una parte de la historia más sórdida de EEUU y su antiguo Oeste y convirtiéndose, a la vez, en el blanco de toda una industria mafiosa. O sea, pura carnaza de guión de cine.

Ya digo: uno de los muchísimos pequeños-grandes éxitos del que podemos sentirnos copartícipes en Córdoba porque nuestro talento es inmenso. Quizá porque siempre la necesidad ha obligado al ingenio y de penurias estamos bien servidos en esta tierra. Pero no sé lo que ocurre en Córdoba para que tantas veces se nos pase desapercibido el valor en lo más cercano y, en cambio, concentremos toda nuestra admiración, aunque se la merezcan también, en personalidades cordobesas distantes de nuestros círculos o en solo un puñado de paisanos muy ilustres del pasado, poniendo en este caso la lejanía en el tiempo.Quizá nos falte la autoestima necesaria para disfrutar del éxito y el talento de quienes más cerca tenemos. Quizá se nos olvida que tenemos derecho al triunfo y que los logros también son posibles en lo que nos rodea. Quizá por eso así nos va como nos va.

* Periodista