¿Qué hubiese sido de España sin el exilio intelectual? Es la pregunta que ha flotado en el ambiente en estos días de celebración del Encuentro Internacional del Exilio Republicano en la Diputación, la memoria de aquellos días entre 1936 y 1939 en que ciudadanos españoles se vieron obligados a abandonar el país por temor a una represión de los vencedores y del régimen político autoritario instaurado en España. Cuando el nacionalcatolicismo, la seña de identidad ideológica del franquismo, aquellos tiempos de «Por el imperio hacia Dios», convirtió la católica en la religión oficial, se puso en nómina a los clérigos y se dotó a la Iglesia de una amplia exención de impuestos. (Se me viene a la memoria el libro La inmigración, problema y esperanza de Cataluña de Jordi Pujol, en 1976) ¿Qué hubiese sido de España sin el exilio intelectual? Pues, por ejemplo, que no existiría ahora esa mitad del país ignorado, el que corresponde a las mujeres que batallaron por el sufragio femenino o a aquellas, «una generación de escritoras y artistas de vanguardia», olvidadas no solo por los historiadores sino por sus compañeros de aventuras, «grandes avanzados a su época, como Rafael Alberti, que se olvidaron de ellas al hacer sus memorias víctimas del machismo imperante». Se nos vienen a la memoria los nombres del escritor pontanés Juan Rejano; del prieguense Niceto Alcalá-Zamora, primer presidente de la II República; del poeta sevillano Pedro Garfias, la voz del exilio; del historiador Antonio Jaén Morente, uno de los intelectuales y políticos cordobeses más destacados del pasado siglo; del periodista baenense Fernando Vázquez Ocaña, el portavoz del Gobierno de Juan Negrín que desarrolló una importante labor intelectual en México; del intelectual, periodista y novelista, con casa en Belalcázar, Corpus Barga, que ayudó a Antonio Machado a cruzar la frontera en 1939; de José Manuel Gallegos Rocafull, canónigo de la catedral de Córdoba, un sacerdote y filósofo que se posicionó a favor del Gobierno de la República, y que fue suspendido a divinis (lejos de lo divino); o del periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, redactor del diario La Voz de Córdoba, que al estallar la Guerra Civil se puso al servicio de la República y luego se exilió a Francia, y a Londres, donde murió a los 47 años. ¿Qué hubiese sido de España sin el exilio (encontrarse lejos del lugar natural, ya sea ciudad o nación, debido a la expatriación, voluntaria o forzada, mientras que alguna circunstancia, generalmente por motivos políticos, deniega explícitamente el permiso de regresar por amenazas de cárcel o muerte) intelectual que provocó la Guerra Civil y la dictadura? Posiblemente una nación llena de luces y pensamiento.