Cuando la política se estanca en la excepcionalidad lo que tendría que ser normal ocupa cinco columnas. El «reconocimiento institucional mutuo» que pactaron PSOE y ERC en un comunicado sería solemnizar lo obvio si no viniéramos del numerito del «quins collons» del president y de Pedro Sánchez negándose a coger el teléfono al representante del Estado en Cataluña. Resulta que a Quim Torra no lo tiene que legitimar el PSOE porque, mientras ocupe cargo, lo reconoce la Constitución.

Lo que tendría que ser ordinario se ha convertido en extraordinario y aboca a Pedro Sánchez a telefonear a 18 personas cuando, en realidad, solo le interesa hablar con una. Nunca sobra que engrase relaciones con las autonomías pero lo llamativo es que se ponga a la tarea deprisa y corriendo para justificar la conversación con el jefe de la misma Administración con la que, a nivel de vicepresidentes, se jactan de tener una relación constante y fluida. Como poco, paradójico.

Si la lógica operase quizá sería de manual que, sentenciado ya el procés asumiendo sin escandalizarse que el independentismo puede abandonar la unilateralidad pero no va a renunciar a la independencia y que el principal partido del Congreso puede liderar esa interlocución sin que le presuponga que quiere despedazar España.

Si el verbo "hablar" no estuviera estigmatizado, Sánchez podría adjetivar en positivo las negociaciones sin temor a soliviantar a ERC y no habría espacio para las bromas groseras de algún barón socialista a cuenta de las virtudes de la vaselina en las relaciones.

Pero todo eso que puede parecer asumible resulta difícil digerir para muchos y, por ahora, el PSOE ha renunciado a explicarlo en profundidad. Han apostado por esta operación, supuestamente de largo recorrido, pero admiten que si están en estas es porque no hay otra y culpan a PP y Ciudadanos de no haberles librado de ERC. No deja de ser contradictorio. Desde hace dos días, Sánchez agradece a los republicanos su actitud. Por excepcional, también esto es noticia.

* Periodista