La excelencia describe un estado que implica alcanzar una calidad altísima poco común, además de ser un tratamiento a personas que ostentan altos cargos. El problema nace del tope a alcanzar para tener esta denominación.

Lamentablemente, este apelativo se ha aplicado con frecuencia un poco a la ligera para designar algo de especial calidad, lo que debilita su auténtico sentido. Así, encontramos la excelencia empresarial, proyectos de excelencia, becas de excelencia, contribuciones de excelencia, etc.

La verdadera excelencia, igual que la plena calidad, no se alcanzan. Es patrimonio del olimpo de los dioses. Los humanos podemos acercarnos, pero es un camino con un horizonte móvil que se aleja a medida que nos acercamos. Lo que sí se puede constatar es que se puede discriminar entre las personas o grupos que están más o menos cerca de la excelencia, como una foto de los corredores que van hacia una meta móvil en plena carrera. Así, se pueden reconocer aportaciones extraordinarias a los que más destacan. Pero esta discriminación es poco reconocida y aplicada ya que implica mojarse mucho al hacer la foto y eso no interesa a la mayoría de los responsables.

De estos miedos de los responsables nace la modalidad «todos café por arriba», que se basa en poner un tope o listón antes de la meta para que una mayoría reducida alcance falsamente «la excelencia» de manera poco comprometida y conveniente para los que tienen que decidir. Da igual tener 77 puntos que 50 al aplicar un baremo; ambos son «excelentes» al alcanzar 50 puntos, por decisión poco fundamentada pero útil para evitar problemas.

Cuando la discriminación positiva por la parte alta tiene consecuencias económicas, muchas veces se justifica un listón por la falta de fondos para premiar a todos, es decir, para que los que van retrasados en la carrera hacia la excelencia cobren un mínimo.

En mis vidas personal y científico-académica me he encontrado siempre con los listones que impiden reconocer lo que me correspondería en muchos ámbitos, especialmente en los últimos años. He aquí algunos ejemplos:

-En la evaluación personal de la investigación por parte de la CNAI (Ministerio), solo se reconocen 6 sexenios (36 años de actividad). A mí me han robado el séptimo en unos años donde mi productividad y reconocimiento a través de citas han sido las más altas de mi carrera.

-En la pensión como jubilado, la Tesorería de la SS reconoce por escrito que correspondería mucho más, pero hay un tope con independencia de lo que se haya cotizado: da igual 35 que 47 años de servicio.

-El baremo del finiquito-premio de despedida a los jubilados en la UCO tiene una limitación, alcanzada la cual, todos igual. Da igual servir 25 que 40 años.

-La asignación de fondos a los grupos de investigación del Programa Propio de la UCO se basa en los fondos de I+D aportados competitivamente, tiene un baremo-trampa con un máximo que impide que se concedan los fondos directamente proporcionales a lo que se ha ingresado en la institución.

En la gala que acertadamente ha preparado la UCO en diciembre de 2019 para reconocer los esfuerzos continuados en investigación del profesorado y PAS involucrado, se ha optado al profesorado con el listón de 6 sexenios, igualando a todos con independencia de su rendimiento científico-técnico completo. Así, se requieren de facto solo 30 publicaciones científicas de calidad, lo que es pobre para una trayectoria de 36 años.

Las instituciones públicas y privadas deben premiar las contribuciones extraordinarias que estén más cerca de la excelencia, eliminado de sus baremos los topes o listones, por dos razones. En primer lugar, para ser justos con los que más destacan y, en segundo lugar, para estimular a los otros caminantes y así que no se paren por el camino cuando alcancen el tope.

* Profesor jubilado de la UCO