La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su Resolución 70/474/Add.2, decidió proclamar el 11 de febrero de cada año como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Más allá del derecho que como mujeres tenemos, quienes constituimos más de la mitad de la población, a estar presentes en el ámbito investigador, partimos de que la ciencia y la igualdad de género son vitales para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluidos en la Agenda 2030.

En efecto, en 2015 la Organización de Naciones Unidas aprobó los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre los que se encuentra, como una propuesta básica para avanzar en la equidad, el desarrollo de los pueblos, la sostenibilidad y la paz planetaria, el desarrollo efectivo de la igualdad entre mujeres y hombres.

Muchos son los antecedentes normativos en el contexto español que apoyan la igualdad entre mujeres y hombres, pero es la Ley 14/2011, de 1 de junio, de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, la que da el aldabonazo definitivo para regular la inclusión de la perspectiva de género, tanto en las comisiones evaluadoras de la Ciencia y la Tecnología, como en su inclusión transversal en todas las etapas del proceso científico. De este modo, se insta a incorporar la perspectiva de género entre las prioridades de investigación, contemplándola en los problemas, en los marcos explicativos, en los paradigmas teóricos, así como en la metodología, las técnicas e instrumentos de recogida de datos y en las conclusiones y aplicaciones tecnológicas. Se regula la necesidad de disponer de datos desagregados por sexo, se propone la eliminación de sesgos en los mecanismos para la concesión de ayudas para el desarrollo científico e investigador y se potencia la elaboración de Planes de Igualdad en los organismos públicos de investigación.

Pese al loable esfuerzo jurídico para remover los obstáculos y sesgos de género que se producen en el ámbito investigador, fruto de la sociedad patriarcal en la que nos desenvolvemos, seguimos constatando que el liderazgo y poder en el terreno de la ciencia y la tecnología continúa residiendo en manos masculinas. Son numerosas las evidencias empíricas que avalan esta afirmación: escasez de mujeres como investigadoras principales de los grupos, proyectos, contratos y patentes, infravaloración de los estudios de género --no existiendo una comisión o área específica para su evaluación en la Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación--, y presencia minoritaria en los órganos de gestión a medida que avanzamos en la carrera investigadora, entre otros.

Ante esta situación la Universidad de Córdoba, en el marco del I Plan de Igualdad, y dentro del eje dedicado a la investigación, ha incluido medidas de acción positiva, con la finalidad de potenciar la presencia de mujeres en los equipos de investigación, de incluir transversalmente la perspectiva de género y de favorecer estudios de género en las diferentes áreas y ramas de conocimiento.

La conmemoración de días como el 11 de febrero, aún siendo una acción insuficiente por su naturaleza esporádica, resulta necesaria para visibilizar, llamar la atención y denunciar públicamente que la ciencia y la investigación no será de excelencia si no estamos nosotras. Hemos de superar un paradigma que se conforma con facilitar a las mujeres las migajas y los territorios periféricos de los puestos relevantes del entramado investigador, por una demanda justa y constante de nuestra merecida presencia en este ámbito. Para ello, además de un progresivo cambio de valores y actitudes, se necesitan valientes planes de conciliación que permitan a hombres y mujeres distribuir de manera igualitaria sus tiempos personales, domésticos y profesionales.

* Vicerrectora de Vida Universitaria y Responsabilidad Social de la Universidad de Córdoba (UCO)