Para quien está familiarizado con la obra de Isaac Asimov, tal vez le suene el término con el que titulo esta opinión, y es que lo del pasado domingo electoral me ha acabado evocando mucho el concepto de «psicohistoria» y la importancia de determinados hechos en el devenir de las civilizaciones. Estas pasadas elecciones bien podrían ser parte de un plan digno de Hari Seldon, el gran matemático de ficción detrás de las tramas de las novelas de Fundación, para precipitar una cadena de eventos y darnos opciones de ahorrarnos bastantes problemas en el camino. La firma del preacuerdo entre Unidas Podemos y el PSOE es la primera de las consecuencias de estas elecciones.

La subida de la ultraderecha en España era inevitable, se sabía que tenía que llegar. ¿O es que España iba a ser diferente al resto de nuestro vecinos europeos? En cuatro años este resultado del domingo iba a ser una realidad o incluso mayor hasta con visos de presidenciable como la Agrupación Nacional (Le Pen) en Francia. El desprecio a ese peligro, y otros tantos desafíos de este momento, por parte de las fuerzas políticas, y en especial del PP y Ciudadanos que pactaron con ellos, propició y sigue propiciando estas cosas. Y es que se creían que no podían ser devorados y que ellos eran los que estaban jugando con el pequeño partido de color verde y bandera «antipatriota». Se pensaban que estaba a su servicio, cuando en realidad el lobo estaba jugando con ellos, y en estas elecciones, han visto muy de cerca sus colmillos.

Ciudadanos se ha hundido. En menos de siete meses, y con solo unas elecciones, ha pasado de estar arriba como tercera fuerza, a caer estrepitosamente. Ya se sabe que quien pacta con la ultraderecha pierde. Albert Rivera se retira de la política y en su partido parecen seguir empecinados en continuar con la deriva que les ha llevado hasta aquí. De seguir así, la ultraderecha acabará con Ciudadanos ahora. Mañana, con el PP. Luego, con todos.

Pero la repetición electoral tan inevitable, como necesaria, por otros motivos nos está sirviendo para actuar y ahorrarnos bastante tiempo y problemas. Pues una ultraderecha de crecimiento lento habría tenido espacio para que su discurso calase mucho más y para que el resto de fuerzas políticas no reaccionasen pues se iban a ir normalizando esas soflamas fascistas. Bien parecía que íbamos camino de acabar como la rana que es cocida en una olla con agua que se calienta poco a poco y ella confiada no salta desde el principio y cuando quiere hacerlo ya se ha achicharrado. Pero lo del domingo electoral del 10-N nos ha puesto en esta situación, pero de forma repentina y evidente. Somos la rana y nos han arrojado al agua hirviendo, así que ya estamos saltando. Un sólido preacuerdo que ilumina como un faro de luz entre tanta oscuridad. ¡Vaya que estamos saltando!, y ¡pactando! Más nos conviene gobernarnos en amor y compaña. Nos va la vida en ello.

* Técnico informático y militante socialista