Eutanasia, etimológicamente significa «buena muerte», muerte agradable, dulce, sin sufrimientos atroces. La palabra fue usada por primera vez en 1623 por F. Bascón, cuando afirmó que «la función del médico es devolver la salud y mitigar los sufrimientos y los dolores. También puede servir para procurar una muerte tranquila y fácil (eutanasia)». Hoy se suele emplear esta palabra para significar la terminación voluntaria de la vida para facilitar la muerte y liberar de todo dolor, o para anticipar la muerte del enfermo desahuciado, o para suprimir vidas humanas «sin valor». Es curioso que todos los profesiones afirman que los ancianos rara vez piden la muerte. Son más bien los parientes cansados de atenderlos quienes desean terminar con sus sufrimientos. No hace mucho, dijo con cierta ironía el Dr. Wilken, presidente del Centro Nacional del Derecho a la Vida. «Si no se puede aliviar su dolor, no pida usted la eutanasia, cambie de médico, porque el suyo es un incompetente».