En víspera del cantarín, 9 de julio y san Fermín, me sitúo en octubre de 1953. Entre los que iniciábamos el primer curso en la Escuela Oficial de Periodismo, estaba José Javier Uranga. Aquel navarro llegaba con la licenciatura de Filosofía y Letras. Era un alumno veterano en edad y un defensor de su Navarra. Pero como él me decía, «es también tuya porque los navarros somos españoles». Alumno serio, intransigente en su «navarrismo», muy culto y lo demostraba en las tertulias que celebrábamos en un bar cercano. No era el clásico empollón como los que se acomodaban en la primera fila de la clase. Parecía que pasaba de casi todo lo que nos explicaba el variopinto profesorado. Era de los que ya entonces escribían en periódicos, en el Diario de Navarra, al que ascendió años más tarde hasta la dirección. En agosto de 1980 cuando se disponía a entrar en el periódico fue acribillado a tiros de metralleta, 28 en total, y rematado cuando yacía en el suelo. El tiro le dio debajo del ojo no en el cerebro. Mercedes Galdós de un comando de ETA fue la autora. Sobrevivió 11 meses hospitalizado pero salvó la vida; así que pudo regresar tras ese tiempo a su puesto de director. No lo dudo, fue un milagro de San Fermín. Se jubiló en 1990 y falleció en 2016 a los 91 años. ¿Qué diría estos días Uranga ante la «ambición destructiva» de ese proyecto, contrario a la mayoría del pueblo navarro, protagonizado en los últimos cuatro años por Geroa Bai (PNV), Bildu, Podemos e Izquierda Unida, auspiciado ahora por la ambición política del presidente Sánchez pese a estar en peligro la unidad de España?

* Periodista