En Córdoba el paro sigue en aumento. ¿Es la capital una ratonera? Ha comenzado el festival de las próximas elecciones municipales en una ciudad, mármol de cementerio. ¡Solo interesa lo estético! ¿Estoy en ello acertado? Ciudad que padece la dolencia de la pereza y, al mismo tiempo, ante el cambio aplica cierto esfuerzo de resistencia. Si seguimos estancados los futuros hogares serán, todos, una mesa, un par de sillas, y una cama por todo ajuar. Dos ventanas sin visillos y una maceta de geranio o gitanilla. Si acaso, en un rincón lo que queda del pasado: una silla de respaldo alto con asiento de terciopelo encarnado.

Ciudad para coleccionistas de un pasado que ha dejado de ser ignorado. Al menos no nos da vergüenza mostrar nuestra antigüedad ya que pasan años sin que se inaugure una obra pública o un moderno palacio. Tenemos investigadores que levantan nuestros suelos en busca de nuestro pasado porque el futuro solo en el pasado aparece esperanzado. Vienen de fuera a visitarlo, cada vez más, y si es posible, para quedarse aquí, jubilados, porque al menos ese pasado no está falsificado.

¿Y del futuro, qué? ¡Qué no se quejen los arqueólogos! Ellos son capital intelectual, semillero de actividades futuras generadoras de empleo. Pero si nuestro futuro solo descansa en nuestro pasado emigrarán nuestro jóvenes y los que queden dormirán en jergón de paja, mala colcha y bajo dos sayas para no tiritar, anegados en desesperanza.

Ciudad que rechaza las mejores ofertas por miedo a aventurarse en lo desconocido. No será bien recibido ni siquiera algo caído del cielo, lanzado desde las alturas por mano desconocida, para terminar las muchas e inacabadas obras públicas. Ciudad «Sin Alma» oí decir a mi compañero Buenestado es Córdoba y su diagnóstico es acertado.

Córdoba no desespera, nunca cree esperar en vano. Le prometen un palacio de congresos y ya han pasado más de dos años que lo están rehabilitando y una biblioteca, para transformar la rosaleda en ambiente para sabios, llevamos años esperando.

A Córdoba no le importa que esas promesas se hagan viejas, siempre sigue esperando. Pide perdón cuando sobre la mesa coloca su propia estima porque a esa estima no le da ninguna importancia. Pide tan poca cosa que se ha quedado sin chaqueta y pantalón. Tan enferma está que necesita hierro y quinina para dar fuerza a su alma.

En esa pauta solo demandamos música de una flauta.