Los cordobeses tenemos esa especie de connaturalización que tienen los niños para vivir en el mismo caos soñando. En circunstancias y condiciones que a los adultos nos pudieran parecer adversas o inapropiadas los niños juegan y hasta hacen virtud de la necesidad. Casi como en aquella cinta de La vida es bella de Roberto Benigni, los cordobeses después de décadas de despropósitos económicos y políticos hemos aprendido a desarrollar esa capacidad de a falta de hechos soñar y seguir viviendo. Uno de estos ejemplos es el estado de El Arcángel. Los seguidores cordobesistas y los propios cordobeses llevamos lustros viendo ese estadio inacabado. O mejor, ya no inacabado, pues esta impresión la daba al principio del abandono de las obras a medio terminar, sino derruido. El color del cemento y su deterioro a la intemperie le han proporcionado una pátina de devastación propia de una edificación bombardeada de un país en conflicto bélico. Y con todo, los cordobeses nos hemos acostumbrado como a los baches de las calles remodeladas hace pocos años. Pero hubo otros tiempos en los que a unos 500 metros de la ubicación del actual estadio, estuvo el antiguo estadio de El Arcángel y donde Córdoba Club de Fútbol jugó durante 39 años, incluidos sus 8 temporadas en Primera División. Dolor y Gloria como en la película del Almodovar. Ahora ni estamos en la División de Honor y el estadio que tenemos es un reproche al progreso. Pero hete aquí que el fondo soberano bareiní Infinity, propietario de la unidad productiva del Córdoba CF, ha comenzado los trabajos técnicos y las conversaciones políticas previas para emprender a su cargo la conclusión del proyecto del estadio del Arcángel. Ha llegado el momento de dejar de soñar como niños y actuar como adultos, sobre todo desde el ámbito político, aunque solo sea porque los cordobeses comencemos a cambiar el chip de los sueños por el del progreso.

* Mediador y coach