El espíritu hygge (se pronuncia jugga o hu-ga y se traduce algo así como «lo acogedor»), que los nórdicos practican desde hace siglos, es la felicidad encontrada en las pequeñas cosas, es, como dicen los que saben, una actitud total ante la vida y es lo que ha ayudado a Dinamarca a superar a Suiza e Islandia como el país más feliz del mundo.

Si en Dinamarca hace en este momento un frío que pela y buscar ese espíritu es muchas veces el único recurso ante días con pocas horas de sol y frío, mucho frío, un día y otro y el siguiente, digo yo que aquí en este tiempo que empieza, con el sol de este sur que no se agota, debe ser aún más fácil buscar nuestro «hu-ga cordobés».

Una cena con amigos, el olor a mirra o a tuberose de esas velas que me transportan, un paseo de patio en patio para ver Flora mientras me como un corte de crocante, ver una película desde el sofá de cojines de pluma, disfrutar del sol de este primaotoño y sus rayos de color rojo al violeta cuando traspasan las ramas de mi encina, un trozo de chocolate cuando desfallezco, una cuña de pastel cordobés, el olor de las palomitas con una serie de Netflix, jugar a las cartas en la mesa camilla, estar en silencio, adentrarme en las páginas de un libro (da igual si contiene historias que te hagan feliz, que te hagan sentir o que te descubran algo nuevo), cocinar con una amiga, abrir una botella de buen vino y beber ese primer sorbo, estar solo con quien quieres de verdad...

Hay días que solo pueden ir a mejor porque empiezan torcidos y otros que ni aún así se enderezan, porque la ley del embudo es tan caprichosa que cuando crees que solo cabe mejorar, aún lo que viene es peor. Entonces, apliquen el jugga, porque lo más simple puede ser lo que nos rescate.

Hay momentos en la vida en que estás rodeado de mucha gente pero todos te sobran y todo te espanta porque solo se escuchan cosas absurdas. Salgan corriendo y sean ustedes quienes elijan cómo, dónde y con quién con la simpleza del espíritu jugga.

Hay situaciones, hasta en la política, tan aparentemente complejas y al mismo tiempo tan simples que dan ganas de regalarle un curso acelerado de jugga a algún político para explicarle la simpleza de decir «sí», aunque para eso hiciera falta el valor que nunca tuvo.

* Abogada