Espejo no es solo la localidad cordobesa de donde era originaria la familia del emperador romano Marco Aurelio: ese sabio, quizá el mejor gobernante de la Historia, que iluminó al mundo y que aún puede iluminarnos hoy, tan necesitados como estamos de soluciones inteligentes, éticas y valientes en medio de un mundo zafio y estúpido donde se escucha al que más vocifera y no al que habla desde la inteligencia y el corazón, como hacía Marco Aurelio.

El Ayuntamiento de Espejo ha organizado este fin de semana pasado el segundo congreso internacional sobre la figura de su hijo más ilustre, Marco Aurelio, emperador y filósofo, un modelo de ética y política que nos demuestra que ambas pueden ir unidas y que no todos los políticos ni los emperadores son iguales. La apuesta de esta localidad y de sus gobernantes nos engrandece a todos, porque apostar por la cultura es el mejor servicio que se puede hacer a la ciudadanía en estos tiempos de desinformación vertiginosa, cortinas de humo, posverdades y hermosas mentiras.

Este fin de semana pasado, en Espejo, nos hemos podido mirar en el espejo de Marco Aurelio. Han intervenido diez expertos pertenecientes a cinco universidades distintas, españolas y extranjeras. Se ha abordado la época desde la filosofía, la psicología, la política, el urbanismo, el cine y la literatura. Se ha hablado de este emperador y del legado de los antoninos, aquella valiosa estirpe a la que perteneció y que garantizó un siglo de prosperidad a Roma. Pero no solo miramos al pasado. Y si lo miramos es para ganar el mañana. El emperador filósofo dejó un ejemplo de vida y gobierno, un legado que puede inspirar a los políticos de hoy y del futuro. Y en su vida no lo tuvo fácil. En la vertiente económica sufrió una crisis que no fue responsabilidad suya sino de las guerras que él no inició y de la peste que vino de Persia. Guerras, peste, bancarrota o traiciones no le hicieron rendirse. A pesar de las dificultades se preocupó por promover medidas sociales y económicas que protegieran a las capas más necesitadas de la población, se empeñó siempre en garantizar la libertad y los derechos de todos los ciudadanos del Imperio.

Promovió iniciativas administrativas, económicas y legales que contribuyeron a convertir al Estado en un organismo más eficiente y solidario. Dotó de medios a la justicia y le dio más independencia. Incrementó el número de procuradores y otorgó a la Asamblea más poderes.

Marco Aurelio siempre quiso compartir el poder, consensuar sus decisiones y delegar otras. Eligió a sus colaboradores más cercanos escrupulosamente. Los méritos para acceder al cargo fueron la ética, inteligencia, honestidad, espíritu de sacrificio y lealtad. Todos los elegidos tenían autoridad moral reconocida, ninguno lo defraudó.

Marco Aurelio mejoró la condición social y legal de mujeres y esclavos. Creó hospitales y otros edificios destinados a asistir a quienes habían caído presa de los sucesivos azotes de la peste. Fundó escuelas, orfanatos, hospitales. Humanizó el derecho civil y penal.

Pero de poco sirve la ética en las élites y en la política si la moralidad no cala también en los ciudadanos. Por eso Marco Aurelio quiso educar a la ciudadanía promoviendo un programa cultural basado en la ética estoica, una filosofía que ha dado excelentes frutos a lo largo de la Historia. Igual que Chaucer decía «lee a Séneca», hoy podemos decir «lee a Marco Aurelio», porque el emperador filósofo también escribió un libro sobre sus pensamientos que se titula Meditaciones.

Ningún emperador que vino después tuvo la suficiente capacidad para afrontar los problemas sociales desde la inteligencia y el respeto a las libertades; ninguno supo resolver la crisis económica con medidas adecuadas; ninguno tuvo la suficiente sensibilidad social como para atender a las necesidades de los ciudadanos; ninguno tuvo el valor suficiente ni la autoridad moral adecuada para imponerse a la soberbia del ejército; ninguno tuvo el prestigio moral ni supo dar el ejemplo ético que contuviera a todos aquellos generales levantiscos y ambiciosos de poder, que siempre pensaron y siguen pensando, en su ignorancia, que las cosas se resuelven dando un puñetazo sobre la mesa. No. El camino no es la violencia sino la ética y la inteligencia.

Esa lección de política y ética puede considerarse hoy el mejor legado de Marco Aurelio.

* Profesor y escritor