A mí con Pedro Sánchez me pasa siempre lo mismo: que se me escurre hacia la nada por las estrategias de sus asesores de imagen. Y ya no sé quién manda sobre quién, porque se ha rodeado de diferentes personas y todas han terminado poniendo el acento en lo mismo: la frivolidad. En los principios de Sánchez, allá por el 2014, le hicieron una web para darse a conocer. La portada era un primer plano del hoy presidente, que era la prioridad obviamente frente a cualquier símbolo del PSOE. Llevaba camisa blanca, caída la mirada, como si de un disco de Julio Iglesias se tratara... Y lo sabes. De hecho, se le comparó con el cantante.

Después, los creadores de la web de Sánchez intentaron hacerse un ZP y le quitaron al líder socialista casi todas las vocales. Con todos ustedes, «Pdro Snchz». A mí me pareció escalofriante, porque ya por aquel entonces se cuestionaba su enjundia política, dentro y fuera del PSOE. Tampoco ayudaban sus tuits antiguos sobre Bob Esponja, todo sea dicho. Y por lo tanto, en mi opinión, al dirigente socialista no había que quitarle nada, sino más bien ponerle un poco de todo.

Supongo que saben que aquello fue una chorrada contraproducente, porque a ZP se le sigue llamando así a día de hoy, y de Snchz ya no quiere acordarse ni él. Tampoco ayudaron las entrevistas que hizo, por ejemplo, en los programas de Bertín Osborne comentando su belleza física entre sonoras carcajadas. Ni los vídeos electorales elaborados por sus asesores con su mujer, Begoña, dando detalles privados. Pero bueno. El caso es que en los últimos tiempos el hoy presidente del Gobierno ha demostrado tener una capacidad de supervivencia política extraordinaria, inaudita. Incluso creo que ha exhibido cierta audacia, al menos aparentemente y en líneas generales, a la hora de elegir a su Consejo de Ministros.

Por eso no termino de entender sus últimos movimientos, animado supongo por sus asesores. En cuanto llegó a la Moncloa nos deleitaron con unas fotos corriendo por los jardines con una planta impecable. Contrastaba, y mucho, con la falta de glamur de Rajoy y su acelerado caminar, pero quizá por eso la imagen del expresidente resultaba entrañable. Aquí era Pedro haciendo running y Pedro saludando a su perrita sentados en unas escaleras.

En los últimos días han publicado una foto en el avión oficial, camino de Bruselas, repasando supuestamente unos apuntes sobre inmigración con unas gafas de sol con las que no sabemos si está a setas o a Rolex. Le han comparado con Kennedy, pero en versión poco natural. Va mejorando, porque las del perrito eran como unas viejas de Monago. A mí me gustaría que este hombre nos diera más ruedas de prensa y menos fotos. Pero yo qué sé.

* Periodista