Como es habitual, la visita a finales de julio del ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, al Sahel ha pasado casi desapercibida. Es, sin embargo, una muestra más -y no menor- de la creciente atención que España da a esa región africana en particular, y al continente en general. Prueba de ello es también la aún más reciente creación de una dirección general específica para África en Exteriores, así como la preparación de un nuevo Plan África, que marcará nuestra política hacia el gran vecino los próximos años.

Es una buena noticia que España vuelva a mirar más, y de modo más estratégico, hacia el sur. Si nuestro país ha tenido siempre una relación especial con el Magreb, sobre todo con Marruecos -geografía obliga-, es fundamental seguir ampliando el radio de acción en el continente. El Sahel se ha convertido, para muchos, en la nueva frontera europea, en eso que en la jerga comunitaria se llama vecindad extendida. Esa enorme franja que abarca desde el Atlántico hasta el mar Rojo, que incluye países como Mauritania, Mali, Níger o Burkina Faso (entre otros), suscita ahora, sobre todo, preocupación en términos de seguridad: por la gran actividad de organizaciones yihadistas y criminales y por su papel en todo tipo de tráficos ilícitos, empezando por el de personas. No en vano es punto de origen o tránsito de muchos de los movimientos migratorios que se dirigen a Europa.

España comenzó una relación activa con la región en el 2005, estableciendo, entre otros, un marco de cooperación para regular los flujos de migración que se usa a menudo como modelo para un posible esquema de la UE. Pese a que la crisis frenó ese empuje inicial, desde el 2012 militares, policías y guardias civiles españoles participan en misiones de la UE destinadas a formar y entrenar a las fuerzas de seguridad en Níger y Mali, así como de seguimiento de la aplicación de los acuerdos de paz en este último país. Además, el Sahel sigue siendo, pese a los recortes presupuestarios, una de las regiones prioritarias, junto con América Latina, para la cooperación española..

La asignatura pendiente es la escasa presencia empresarial, debido fundamentalmente a la inseguridad y la falta de tradición. Se atisban, sin embargo, numerosas oportunidades en sectores como las infraestructuras, la energía, la pesca o la hostelería. Tanto desde el ámbito empresarial como desde el público debería fomentarse el interés en la zona si España no quiere perder el tren una vez más. La creciente presencia de la cooperación alemana o la visita de Emmanuel Macron al poco de tomar posesión -la segunda, tras Alemania- ilustran el creciente peso de la región en las prioridades exteriores de otros países europeos. Dastis anunció en su viaje también la intención de Mariano Rajoy de participar en la próxima cumbre UE-Unión Africana que se celebrará en noviembre en Mali. Sería un claro mensaje de que el giro de España hacia África es una apuesta real de una política exterior más abierta y ambiciosa.H

* Periodista. Directora de Esglobal