El pasado día 4 de este enero frío, el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós. Para sacudirme la abulia de tanta nada en la literatura actual, releo a nuestro novelista. Siempre es un refugio seguro, y siempre me lleno de espanto de que hayan pasado más de dos siglos en nuestra historia contemporánea, y sigamos dando vueltas y vueltas apresados en la misma violencia egoísta, como si nuestra raza se hubiese quedado fosilizada para siempre en una especie de idiocia histórica y política, que nos arruina y nos hunde en este lodazal de cretinos. Por eso os invito a releer Fortunata y Jacinta. ¡Qué maravillosa reflexión sobre esa clase social representada por Juanito Santa Cruz, que debería asumir la responsabilidad de guiar al pueblo, y sin embargo lo traiciona en las figuras de esas dos mujeres! Y la historia se repite, tozuda, como si hubiese sido poseída por un ente maniático, neurótico hasta en la coincidencia de las fechas. Más o menos cada treinta o cuarenta años, ¡vuelta al suicidio! Y si no, contad desde la guerra de la Independencia, 1808. 1833, primera guerra carlista; 1868, periodo revolucionario; 1875, restauración borbónica... Seguid vosotros, y así hacéis un poco de ejercicio patriótico, que falta nos hace, si es que nos queda algo de historia sin corromper he releído también Cánovas, el último Episodio Nacional. Y para aliviarme de tanto bodrio de novela histórica,, y he sufrido un temblor con la carta de la Madre, que cierra las cuarenta y seis novelas. Esta vez me he quedado sin resuello. Firmada en 1912, acaba: “Los políticos se constituirán en casta, dividiéndose hipócritas en dos bandos igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo; no crearán una Nación...". Seguid vosotros, y así leeréis algo que valga la pena. Lo trágico es que no aprendemos y no aprendemos. ¿Por qué? Porque somos unos sanchos subidos sobre los hombros de nosotros mismos, hasta aplastarnos para nada; porque somos tan ruines, que nos dedicamos a destrozarnos para nada; porque somos tan egoístas, que nos dedicamos a engañarnos y arrinconarnos para nada. ¿Qué nuevas generaciones podremos engendrar sembrando siempre estas simientes?

* Escritor