El nacimiento y la muerte. Vivir la maternidad y la paternidad compartiendo responsabilidades y sin perpetuar los roles de género que aún rigen en nuestra sociedad. Y, también, morir sin alargar un sufrimiento insoportable e inútil, sin prolongar una vida que ya no es digna de ser vivida. El Congreso ha dado un paso adelante para que las condiciones que rodean al nacimiento y la muerte, principio y fin, sean vividas con menos miedo y más serenidad, dignidad y justicia. Así, el Congreso ha aprobado por unanimidad tramitar la ley de Unidos Podemos para que los permisos de paternidad y maternidad sean iguales, intransferibles y remunerados. La realidad se impone: la voluntariedad de las bajas no consigue revertir el modelo de crianza. La muerte digna también se abre paso en el Congreso. A medida que la tecnología y la medicina avanzan, también lo hace el alargamiento de la vida, pero no siempre con la mínima dignidad exigible. La perspectiva de una larga y dolorosa agonía despojada de toda esperanza, de sentirse prisionero de un cuerpo que ya no se controla es un íntimo temor que comparte la mayoría de los ciudadanos. Si la competencia de las personas ha sido capaz de desafiar a la muerte, también debe estar en nuestras manos controlar esa competencia, siempre que sea regulada por ley, voluntaria, informada y rubricada por profesionales sanitarios con todas las garantías éticas.