La manifestación en Madrid ante la amenaza de unos aranceles que penden sobre la viabilidad económica del aceite de oliva, me retrotrae a mas de veinte años atrás. Asistí a una manifestación de olivareros -a los que peroré sobre el olivo-- ante el Ministerio de Agricultura. Se protestaba contra la tozudez del «espadón austriaco» Franz Fischler, comisario de Agricultura de la UE empeñado en disminuir las subvenciones al olivar español. Pero Loyola de Palacio, la entonces ministra de Agricultura, supo convencerle «in situ». Lo invitó a que se asomase a nuestros olivares tan bien labrados. ¿Cómo hubieran quedado estos campos de olivo si Fischler se sale con la suya? Por entonces, 1997, se publico La aceituna, del periodista americano Mort Rosenblum. Se «convirtió» a la religión oleícola en 1986 tras comprar una pequeña haza en la Provenza de olivos muy viejos que consiguió revivirlos Para escribir el libro recorrió todos los países donde se cultiva el olivo e investigó cómo llegó el aceite a Estados Unidos. Ya desde 1902 la mafia importaba alimentos de Italia, incluido el aceite de oliva, para abastecer a las colonias italianas que crecían alrededor de las grandes ciudades. Al finalizar la II Guerra Mundial, aumentó la demanda de aceite en los restaurantes italianos. La restauración era una buena tapadera para las actividades mafiosas. Trump no sabe nada de esto ni del olivo, ni cómo quedarían los olivares andaluces si cumple sus amenazas; ni lo que dijo el presidente americano, Thomas Jefferson: «El olivo es seguramente el mejor regalo del cielo». Frase que aparece al principio del libro que no ha leído.

* Periodista