En las parejas de escritores, la mujer cuando habla de su oficio dice: mi marido es escritor. El marido dice: mi mujer también escribe». Este matiz, este ‘también’ que todo lo cambia, evidencia cuál es el nivel de detalle con que Marguerite Duras observaba su entorno. Para los que hemos admirado sus libros de ficción, de autoficción, ‘La vida material’, libro que encontraremos en las librerías a la vuelta del verano gracias a Club Editor, es un tesoro que no debemos dejar escapar. Para los que aún no la conocen, es una buena introducción al universo Duras: lleno de erotismo, de lucidez, de matices, de introspección, de análisis, de seducción, de contradicciones, de mucha incorrección y, por supuesto , de toda la libertad posible.

Estos textos, que primero fueron dictados y luego revisados en la escritura, son solo una cara más de todas las que esconde --y muestra-- su autora. Marguerite Duras tenía que escribir también de todo lo que rodeaba sus libros, que es su propia vida, porque era una intelectual que necesitaba pasar por el filtro de la literatura todo lo que la preocupaba: desde el alcoholismo, que también tiene un capítulo, hasta la relación con Yann, un hombre homosexual con quien pasó los últimos años de su vida.

Es casi un libro de acompañamiento a su biografía publicada en Anagrama, de Laure Adler, porque encontramos todo lo que se intuye en la ficción, todo lo que podrían explicar aquellos que la conocieron, pero desde su interpretación de el entorno. Uno de los aspectos que más sorprenden los textos es, tal vez, por desconocida, la crítica feminista que quizás pasa más desapercibida en otros libros. El capítulo de ‘La casa’ es la narración de lo que significa ser mujer y escritora en la época, de cómo hemos evolucionado respecto la vida cotidiana y de cómo, a menudo, repetimos tantos esquemas que nos impiden esta evolución.

Marguerite Duras fue una escritora de adentro, y mostró siempre la oscuridad de la condición humana. Estos textos, de nuevo, son una prueba. Y qué prueba.

* Escritora