Ahora hablaré de mí, que no de lo mío. Recuerdo con exactitud el día y hora en el que en el transcurso de una entrevista radiofónica me preguntaron si yo había sido un buen estudiante. Nunca me había parado a pensarlo y me salió una respuesta inmediata: «No sabría decir si fui un buen o mal estudiante, lo único que tenía claro era no perder la beca, porque si no había beca no habría ninguna posibilidad de seguir estudiando» Recuerdo que antes de acceder a bachiller, tenía entonces diez años, acudí a un examen excepcional con alumnos de otras escuelas para optar a una beca. Me la dieron y desde entonces siempre conté con esa ayuda hasta terminar la carrera. Sin esas ayudas al estudio supongo que muchas personas como yo no habrían podido estudiar, por eso me siento agradecido y a favor de propiciar ese amparo para los estudiantes sin recursos económicos. Esta experiencia me hizo valorar el esfuerzo personal, sentir el miedo a perder la beca y apretar los codos para vencer esa angustia juvenil de llegar a casa con un suspenso. Por eso no me cuadran las palabras del ministro de Universidades, Manuel Castells, anunciando que el próximo curso se otorgarán las becas no por méritos académicos sino atendiendo a la baja renta familiar. Ya me dirán dónde va ese aprobado raspado cuando para entrar en cualquier carrera se exige de ocho para arriba. Ya sé que las notas ahora llevan otro cómputo, pero ustedes me entienden, un notable siempre es un notable. Me pregunto dónde queda el esfuerzo personal, la voluntad y el trabajo. Claro que este mismo ministro fue quién dijo hace unos días, ante el riesgo de que los alumnos copiaran en exámenes on line, que copiar era de inteligentes. Y digo yo, si un estudiante de medicina consigue por parasitarias habilidades sacar adelante la carrera y conseguir el título, cuando le llegué un paciente con el covid-19 ¿de qué le servirá el titulillo si le diagnostica un sarampión? O el arquitecto que fingiendo y copiando obtuviera el grado en lugar de estudiar dibujo, matemáticas y resistencia de materiales ¿qué edificio será capaz de poner en pie que no se le venga abajo? Ni las becas de estudios ayudarán a quien no se las gana ni los dineros públicos llueven como el maná. Siempre valorará más un estudiante la ayuda que recibe, bien de sus padres, bien del estado, o de los trabajos que pueda realizar, cuando sepa apreciar lo que cuesta abrirse paso en los estudios y en la vida. A estas alturas, está más que demostrado que el todo gratis no sirve para nada, ni se aprecia, ni se valora, ni se agradece. Pobre puede ser cualquiera, eso no tiene ningún mérito. Lo encomiable es encontrar a alguien con el talento y con la voluntad como para dejar de serlo.

* Periodista