¡Y seguimos con la misma vaina de que España es una nación de naciones! ¡El turrón que nos vamos a comer esta Navidad! Y del más duro: ahora resulta que somos ocho naciones, pero que de esas ocho naciones, unas son más naciones que otras. ¡La madre que se embarazó de mí! ¡Cuánto vamos a tener que aguantar a tanto tonto conjuntado con tanta tonta, panfleto, inútil, risueño, bobalicón, solista de tanto coro de tontos aprovechados! Y ya me callo. Estamos en Navidad, y no quiero llamarlos imbéciles, cretinos, estólidos, que solo procuráis medrar metiendo al pueblo en callejones sin salida, para que se destroce una y otra vez mientras vosotros engordáis y os vais de España para libraros de la sangre, y luego, cuando pasa la matanza, volver de ídolos. No; prefiero calmarme y no escribir mi asco y mi miedo a este vivir en manos de tanto canalla y tanta canalla, que no hablan sino oquedades en las que resuena su vacío, o peor: su mala... eso que dan las hembras de los mamíferos, su afán de trincar a costa de lo que sea, su siempre agarrarse a la poltrona hasta convertirla en trasero de su trasero y pellejo de su pellejo. ¡Qué lástima que no los veamos pudrirse en su miseria humana! Porque se pudrirán, ¡ya lo creo que se pudrirán! La violencia es tan estúpida, que acaba por devorarse a sí misma. Así que el pueblo a sufrir mientras se va muriendo de vacío moral, humillado, convertido en masa miserable, sin dignidad en su historia, cada vez más desilusionado, más desconsolado y más inconsciente. Pero, a pesar de todo, no podemos sufrir sin esperanza, porque eso es morirnos en vida para convertirnos en lo mismo que estos truhanes venenosos: en trasmisores para las nuevas generaciones de más inquina y más estupidez. Tenemos que recuperar la dignidad, porque nuestros hijos nos miran en cada gesto, y debemos salvarlos a toda costa de la basura de tanto sinvergüenza John Silver, de tanta cacatúa empingorotada y todo su cacareo huero, hueco, envenenado. Sí, los que aún saltamos de estupor tenemos que mantenernos vivos, porque no se puede hundir esta nave de siglos de navegación por estos piratas, corsarios, pichelingues, bucaneros y filibusteros, tarados con su pendiente a la oreja, su loro en el hombro, su parche en un ojo, su pata de palo y su muleta ruin.

* Escritor