Suena un violín en la plaza de Judá Levi aunque no transmite la armonía del de la eslovena Klara Gomboc, que durante cinco años le puso música al Puente Romano. Lo bueno que tiene pasear por donde ahora lo hacen los turistas por ser patrimonio de la humanidad, por la Judería, es que te encuentras la historia de Córdoba y sientes que vives en una ciudad con el alma llena de arte. La música del violín traspasa el umbral del Centro de Arte Rafael Botí --donde se ha instalado estos días el Equipo 57 hasta el 3 de diciembre-- en donde descubres aquella ciudad del siglo pasado en la que se trajinaba el porvenir y se daba cuenta del presente. En mitad del arte materializado en alambre galvanizado y yeso vuelves, por ejemplo, a 1959, donde en el ciclo de conferencias Paralelo actual de la ciencia y el arte, intervinieron Castilla del Pino, Diego Jordano Barea y Rafael de la Hoz y se iniciaron las gestiones para dotar a Córdoba de un Museo de Arte Contemporáneo. Y te encuentras que el Equipo 57 --Juan Serrano, Agustín Ibarrola, José Duarte, Ángel Duarte y Juan Cuenca--, formado por andaluces, extremeños y vascos, colaboró en Praxis --«Revista de Higiene Mental de la Sociedad», que dirigía el siquiatra y luego ideólogo del PSA (Partido Socialista Andaluz) José Aumente, en su número 5, de enero-febrero de 1961, cuyo precio eran seis pesetas-- con una reflexión sobre la exposición Les sources du XX siecle. Y ves páginas del Diario CÓRDOBA firmadas por los compañeros Medina González, Justo Urrutia, Navarro Calabuig o Juan Latino escribiendo sobre el Equipo 57 a finales de los 50 y comienzo de los 60 del siglo XX. Sales del centro de arte después de mirar rápido la exposición permanente, como la Mezquita, de Botí y te diriges a Judíos, la calle por antonomasia de la Judería. En su número 14, cerca de la Sinagoga y al lado de la Casa Andalusí de la palestina Salma Farouqui --mujer del filósofo francés Roger Garaudy, que se enamoró de Córdoba y pensó en la Torre de la Calahorra--, se inauguró el jueves el Museo de la Alquimia. Sentirlo desde la planta baja hasta la terraza, que da a la muralla, es puro placer de historia, filosofía, medicina y arte. Otro secreto de la Judería.