Por fin ha llovido y los pajarillos alegran el ambiente con sus trinos. El aroma suave de la Naturaleza contrasta con el aire viciado de la ciudad que huele ya a elecciones. Han vuelto los tradicionales pregones que año tras año resuenan en la mayoría de los pueblos andaluces como antesala de la Semana Santa. Mañana exaltará la Semana Santa de Baena y, en especial el «judío», Juan Carlos Roldan. He sido pregonero hace años y sé muy bien la emotividad que supone desentrañar los ritos de la Pasión. No es fácil pergeñar esta clase de discursos que obligatoriamente deben ahondar en los actos procesionales. Al leerlo hay que saber decirlo con buena voz y una adecuada entonación. En su esencia es un discurso religioso y no una exhibición de matices folclóricos. Pero este año se oye, además, un pregón muy especial. Lo dice el Diccionario de la Lengua: «Promulgación que en voz alta se hace en los sitios públicos de una cosa que conviene que todos sepan». Una de las acepciones de «pregonar» es «decir a voces la mercancía o género que lleva uno para vender». Así son los pregones electorales, tan diferentes a los de Cuaresma, por aquello de «vota, vota, vota». Pero tienen cierto tufillo bíblico cuando nos retrotraen al pasaje de la Tentaciones de Jesús y parafraseamos las promesas del Demonio: «Si me votas te daré todos los reinos de la tierra y su esplendor» ¿Quién se resistirá a los pregones electorales? «Vótame porque yo te daré más que aquel». Hay que ser escépticos, reflexivos y desconfiados ante tantas promesas que se convertirán, según la expresión bíblica, en el crujir de dientes.

* Periodista