Nunca hemos tenido una población más grande que la actual. Para mantener ese su mayor negocio, los «dueños del adjetivo» han montado una nueva gran campaña, resucitando el fantasma del «invierno», «tragedia» o incluso «muerte» demográfica. Pero engañarán a pocos de un pueblo español que siempre afirma en las encuestas que el primer problema es el paro; incluso tiene una natalidad ínfima, récord en Europa y a veces en el mundo.

Los titulados en demografía somos muy pocos y la gran mayoría está al servicio de políticos o grandes empresas y sirve a sus intereses. Porque no hay mejor manera de bajar los salarios que aumentar la oferta; si posible, de extranjeros, cuya inmigración se fomenta, incluso empobreciendo sus lugares de origen. Empleo masivo y semi esclavo, por ejemplo, en la construcción, porque la vivienda, con el aumento de población, se ha convertido en el negocio del siglo. Apoya esa trata de hombres y mujeres, ese mito de una despoblación «infernal», un clero descristianizado, ya que al Evangelio se le acusaba antes con razón de fomentarla. Al otro extremo, ayudan ingenuamente a ese negocio esclavizante los seguidores del peor marxismo, que todavía creen que la revolución la harán los «proletarios», cuya única riqueza es tener prole. Y así estamos.