En el Congreso de los Diputados, la comisión investigadora sobre la crisis financiera acaba de emitir un dictamen final que critica la mala praxis de los organismos reguladores y de las entidades de crédito, al Banco de España por promover un incremento de las participaciones preferentes, a la politización de las cajas de ahorro y a determinados grupos de personas muy concretas que las controlaban para el beneficio de su partido o particular (algunos están en la cárcel), a las políticas económicas de un Gobierno que no actuó a tiempo y lo hizo equivocadamente porque, como reconoció el entonces presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, a quien le cayó la crisis como un rayo ente sus cejas de acento circunflejo y se justificó ante la explosión de la burbuja inmobiliaria diciendo que «creíamos que se produciría un descenso suave y no esta caída libre». Muchos más son los responsables, entre ellos José María Aznar, quien liberalizó el suelo y dio barra libre a los especuladores, propietarios de tierras recalificadas, empresarios de la construcción y bancos de crédito (francés y alemán, principalmente), y muchos más aún fueron los perjudicados, es decir, el pueblo, que tendrá que pagar durante años los 65,000 millones de euros del rescate del sistema. De lo que no se habla es ese dictamen de la comisión investigadora del Congreso es, precisamente, del sistema, que, como dijo el Nobel de economía Paul Krugman, esa crisis no fue más que una de las muchas crisis del sistema capitalista..

En el Encuentro Internacional para las Economías Transformadoras-Reas, que tendrá lugar en Córdoba hoy y mañana en el Real Jardín Botánico, sí se hablará del sistema. Porque el sistema capitalista no ha existido siempre. ni podrá existir mucho más, contra lo que se le ocurrió asegurar a la Margaret Thatcher cuando implementó con Ronald Reagan ese capitalismo salvaje que es el neoliberalismo que nos golpea sin remisión. Para la Thatcher «no hay otra salida», como para Edmund Burke, padre del liberalismo conservador, las leyes económicas eran «leyes de Dios» y el mercado su profeta. Pero es todo lo contrario, En palabras de Max Weber, sociólogo, filósofo y economista nada radical, «el mercado (capitalista) es la más impersonal relación de la vida práctica en la que pueden entrar los humanos. Tan absolutas despersonalización es contraria la más elemental forma de relación humana».

Pero hay más: a ineficacia de ese sistema económico para distribuir la producción y satisfacer la necesidad de alimentos que sufre la humanidad a escala global, la finitud de los recursos de la Naturaleza y el cambio climático, lo hacen inviable en la sociedades democráticas futuras. Un cambio de sistema se hace necesario. La alternativa es, según sus promotores, un mercado social y solidario basado en una red de producción, distribución y consumo de bienes y servicio y aprendizaje común que funciona con criterios éticos, democráticos y solidarios entre los participantes, y desconectar así del sistema capitalista. El objetivo es poner el centro de la acción económica en las necesidades del hombre no en el beneficio de unos pocos.

Mucho más y mejor se dirá en ese Congreso Internacional esta semana en Córdoba.

* Comentarista político