El, escuálido, enfermo, con deslucido uniforme de soldado, abrazando a un tiempo a mujer y cuatro hijos, empuja con rabia contenida una puerta y exclama: ¡Al fin estamos en nuestra casa! Ella, cobijada en el abrazo, casi niña de un día, vivido en los horrores de una guerra, lloraba y repetía: Se lo han llevado todo; no tenemos nada. Pero él, con los soliviantos de bombas y trincheras golpeando todavía sus sienes, levantó la vista al cielo y exclamó: ¡Pero estamos vivos! Demos gracias a Dios. Tendremos que partir de cero y empezar de nuevo. Y un rosal de exuberantes rosas amarillas, una mesa, un aparador, hierba crecida y nada. La vida por delante y la fe como bandera. Se trata, sí, de un relato de una de mis obras, pero es real y no con intención de juzgar el pasado, que, como dijo Churchill, sería perder el futuro, sino como dijo otro premio Nobel, Anatole France: solo con el pasado se forma el porvenir. Super adversa augere. Es decir: Hay que sobreponerse siempre a las dificultades y eso es lo que ahora nos toca. Una articulista catalana, Pepa Masó, escribe refiriéndose al catalán algo que yo extrapolo a los tiempos que vivimos. El fuego -dice- quema el papel pero también templa el acero. Quiere decir que ante la adversidad tenemos dos caminos: el primero, el más fácil, es el de la lamentación y crítica, el de creernos que todo está perdido. El segundo es el camino del optimismo. El ser conscientes de que estamos vivos y podemos y, al igual que nuestros padres dijeron aquello de tendremos que partir de cero, empezar de nuevo, nos toca crearnos y crear, con el potencial más grande que tenemos, la vida. Yo suelo decir que la vida es tan solo el breve relato de un día, relato que hoy estamos escribiendo en un rojo subido como si nada hubiera ya que hacer, pero cojamos el pincel verde esperanza por bandera y nuestro relato será un empezar de nuevo.

* Maestra y escritora