“Recuerdo el ruido del viento mientras me estaba quedando dormido. Las ramas de los árboles rozaban el tejado como si fuera gente que susurraba. Llegué aquí una mañana de invierno o quizá fuera primavera. Mi madre me dejó una nota en la maleta. Me pedía que hiciera algo de lo que pudiera sentirse orgullosa, que fuera un buen hombre». La imponente voz de Robert de Niro atrona entre las paredes de una de las naves abandonadas en la isla de Ellis, en Nueva York. El actor aparece en un conmovedor cortometraje documental que pretende servir como homenaje a los 12 millones de inmigrantes que hace 125 años llegaron a las costas de Estados Unidos desde lugares como Irlanda, Grecia, Turquía o Líbano. Homenaje a quienes lo intentaron y lo consiguieron, a los que iniciaron la travesía y se quedaron por el camino, a los que alguna vez lo soñaron y se atrevieron.

Doce millones de personas llegadas en barcos huyendo de la violencia o de la pobreza. Doce millones de personas que han construido EEUU, que sembraron la esperanza de una vida mejor para sus descendientes y que, según datos recogidos por The Washington Post, son los bisabuelos, abuelas o padres del 40% de la población actual de ese país.

Desde aquellos primeros años del siglo XX hasta hoy han seguido llegando de muy diferentes maneras cientos de miles de personas a Estados Unidos. Una riqueza cultural y humana que alcanza incluso a quien no sabe apreciarla, como el presidente Donald Trump. En el maravilloso Museo de la Inmigración de la isla de Ellis se pueden hacer búsquedas por apellidos para encontrar familiares. Su página web es una joya con documentos de audio, fotos y archivos de aquellos refugiados que llegaban en barco y eran atendidos en barracones tras pasar exámenes médicos y entrevistas personales. Y ahí, entre esa cantidad ingente de nombres he podido comprobar que está Mary Anne MacLeod.

El 11 de mayo de 1930 llegaba a la isla en un ferri esta joven de 18 años con apenas 50 dólares según el documento que aún conserva el museo. Mary Anne era entonces una adolescente inmigrante que declaró aquel día no querer volver a su país, Inglaterra. Años después se casó en territorio norteamericano y tuvo varios hijos. A uno de ellos le puso el nombre de Donald. Hoy es el presidente que ha decidido vetar la entrada a cientos de miles de personas que, como su madre, solo buscan una oportunidad. El mismo presidente que ha tenido hijos con dos mujeres nacidas en Europa, como su madre. De nuevo escucho de fondo la voz de Robert De Niro: «Vine aquí porque quería tener un hogar, un lugar donde pudiera hallar la paz, donde me trataran como a cualquier otra persona, donde pudiera ser quien yo quiera ser».

* Periodista