Ah. ¡Ya comprendo! Va a haber elecciones. Siempre caigo en la misma trampa de soñar en un ciudadano feliz. Esta vez ha sido por una carta que recibí de mi querida Junta de mis entretelas hace un par de semanas. Que si «Estimado/a Sr./Sra.». ¡Empezamos bien! ¡El diario pitorreo de no saber si soy él o ella! Me miro en las bajeras. ¿Me habrán hecho un cambio de sexo sin consultarme? Y que para un «Programa de Detección del cáncer de Colon y Recto». ¡Y encima me mientan a la bicha! Me mosqueo con la mosca detrás de la oreja. Ahora se acuerdan de que tengo colon/cola, recto/recta. ¿Qué raro? No puede ser. ¿Que a mi querida Junta de mis penas le preocupa que yo tenga «sangre oculta en heces» y esas? ¡Por un momento me sentí tan acompañado! Y si daba positivo «se me indicarán los pasos a seguir para evitarme esperas e incomodidades innecesarias». ¿De verdad? ¿Dónde estoy? ¿Me han trasplantado de Andalucía a un régimen feliz? Y que «puedo consultar a mi médico/a o enfermero/a». ¿De verdad que estoy en Jauja, o más bien en la inopia, o en la luna de Valencia, y que salga el sol por Antequera? Y «con el deseo de que pueda hacer un uso totalmente satisfactorio de esta atención personalizada para la prevención de su salud». (¡Pero me ahogan haciéndome leer estos párrafos sin comas!). Y «hoy quiero hacerle partícipe»... ¡Cuánta familiaridad en dorarme la píldora! Sin embargo, lo que me ha desesperado de tanta atención pegajosa, rijosa, rastrera, enfermiza es eso de «Se le realizará una prueba sencilla y gratuita». ¿Cómo puede ser sencillo eso de andar por el recto/a y sus escabrosas penumbras si ni yo mismo me llego? Y sobre todo, ¿qué es eso de gratuita? ¡Cuándo vamos a superar la miopía de que la Administración es gratuita! ¿Es que mis impuestos los pagan los marcianos? ¿Y qué pasa, además de con mi recto, con mi oblicuo de mi próstata, o con mi agudo de mi estómago, o con mi obtuso de mi mente? Así que he vuelto a caer como un pardillo. Ni colon ni cola ni recto ni recta ni piorrea ni piorreo o pitorreo o como se diga. ¡Ahora caigo! Y casi me rompo la cadera. ¡Claro! ¡Qué simple soy! ¡Elecciones! La recova. Y después, a seguir en la cola del autobús, en la lista de espera y de la que haga falta. La realidad son dos meses de sueños y cuatro años de insomnio.

* Escritor