Una cierta parte de la población española -puede que la más informada y consciente- está anonadada con lo que ve, lee y escucha acerca del culebrón de la negociación entre socialistas y podemitas. El votante de izquierda no entiende que dejen perder la oportunidad (quizás única) de formar gobierno, y la derecha, aún desconcertada, porque advierte una oportunidad nunca imaginada de recuperar el gobierno tras unas inminentes elecciones generales.

Claro que esta población más atenta al suceder político entiende escasamente cómo influye el nuevo tiempo histórico, tan líquido como agresivo, en el sentir y el comportamiento de la personas y, en especial, de los menores de 45 años. Están bastante ayunos de ideología y hartos de convivir con el malestar económico, social y político de la época, esencialmente demoledor e irritante. Así que haya una elección más o menos tiene escasa importancia.

De todo ello se han percatado los jóvenes dirigentes políticos, que batallan en la Carrera de San Jerónimo y desde las redes sociales, e intuyen que la mayoría de los electores se ha acostumbrado a la inestabilidad política y pasan de ellos en buena medida. Así que insisten mes tras mes echando más madera a la caldera de la irritación.

Claro que vendrá un tiempo para la cordura y la sensatez política, pero todavía no ha llegado ese momento. Aún estamos en plena orgía del disparate y la irresponsabilidad. Trump y un puñado de autoritarios por el globo hacen saltar al mundo con sus tuit y otros improperios como si la humanidad tuviera que correr todos los días sobre una mascletá.

Así las cosas, qué más da que Pedro Sánchez no atienda la llamada de Pablo Iglesias. Total, la penúltima propuesta que le hizo llegar era para formar un gobierno de coalición provisional hasta sacar adelante los presupuestos y, según su resultado, continuar con el ejecutivo o no. Estoy seguro que este supuesto de entendimiento político no fue imaginado jamás por el jurista o politólogo más delirante.

Las naciones y los ciudadanos se adaptan al nuevo tiempo con la misma actitud y rapidez que desdeñan lo pasado. No parecen exigir grandes cambios, sencillamente se las ingenian para entenderse o soportar los nuevos poderes. Pocos quieren confrontar en serio. Así que, por ejemplo, instituciones financieras tan señeras como JP Morgan idean un artefacto para medir los impactos que los tuit y otras burradas del inquilino de la Casa Blanca tienen sobre el mercado bursátil y de esa manera ajustar los robots que lo mueven con el fin aminorar pérdidas o engordar ganancias.

Si se convocan elecciones para noviembre, como si a la postre se acepta un gobierno de coalición a modo de prueba, nada especial sucederá. En realidad llevamos viviendo varios años de excepción, adaptándonos o padeciendo el neoliberalismo capitalista que nos trajo a la nueva clase política. Llaman la atención los flamantes brutamontes, los machos tipo Salvini que se inspiran en los discursos del Duce. Claro que la cordura llegará pero no sabemos cuándo ni cuántos estropicios más provocará este tiempo a velocidad enorme y de aplicaciones informáticas para todo.

* Periodista