Una de las claves de la salida de la recesión es la forma y el ritmo con que se pincha la burbuja inmobiliaria, el origen de gran parte de nuestros problemas y el cáncer de la banca española.

El instrumento más importante que se puso en marcha con este propósito fue la Sociedad de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb, una sociedad anónima creada para gestionar un volumen de activos de 50.781 millones de euros procedentes de las entidades nacionalizadas y de las entidades que han requerido asistencia financiera; cuenta con un periodo de 15 años para acometer sus objetivos: vender los activos buscando la máxima rentabilidad para sus accionistas), destinada a embalsar y dar posterior salida a los inmuebles más deteriorados de los balances de los bancos y cajas con dificultades. Sin embargo, no parece que haya contribuido a ese objetivo con eficacia.

La troika acaba de llamar la atención sobre las consecuencias de la prolongación de la crisis para nuestros bancos a través precisamente de los activos inmobiliarios de sus balances. Y el Banco de España también se ha referido a la necesidad de dar un tratamiento más transparente a la refinanciación de créditos hipotecarios, porque teme que tras esas operaciones pueda haber dilaciones para evitar que emerjan préstamos dudosos que necesariamente engrosarían la morosidad, con las consiguientes nuevas dotaciones.

VENDER INMUEBLES A BUEN RITMO

La Sareb debería estar vendiendo inmuebles a buen ritmo. Así ayudaría a que los precios se ajustasen a la demanda y sentaría las bases para una futura reactivación. Pero el banco malo no vende porque en su plan de negocio figura la obtención de beneficios --un 15 por ciento de media al final del periodo de 15 años--, lo que además de ser imposible le paraliza.

La Sareb recibió activos con un descuento del 54 por ciento, lo que en teoría le daba un amplio margen de maniobra. Pero si ha de dar beneficios y además carece de red comercializadora --usa la misma de las entidades que le transfirieron las viviendas--, parece evidente que no conseguirá lo que se le encomendó.

Los meses de rodaje de esta sociedad permiten detectar algunos errores de fondo que habría que corregir. Debería cambiar sus objetivos o, en caso contrario, su consejo de administración, donde se sientan los bancos sanos --excepto el BBVA-- con quienes compite en el mercado inmobiliario.

Está claro que fijarse como meta ese resultado anual es un disparate, como probablemente lo es intentar vender a través de los agentes de otros. Y también es posible que deba reenfocar su plan global y no dirigirse tanto a la venta sino a la promoción de alquiler social, que es lo que verdaderamente necesita el país.