Nunca habíamos pensado que tras la transición política llegáramos a tener en democracia una restricción de libertades tan amplia como la que tenemos precisamente con un gobierno que era el abanderado de la libertad sin límite. La pandemia del covid-19 justifica el decreto del estado de alarma, y con ello la restricción de movimientos y el confinamiento en casa, de ello no hay duda alguna, pero no puede implicar el beneplácito continuo y sin admisión de objeción alguna a dicha situación por parte de los ciudadanos; máxime cuando las medidas que se están adoptando desde el mando único del Gobierno son unilaterales. Cada vez arrecian más las críticas a esa gestión unilateral y partidista del Ejecutivo tanto en la crisis sanitaria como en el descalabro económico que ha provocado, por parte de los sectores sanitarios, turísticos, pequeños comercios, autónomos, además de los partidos políticos, incluidos no solo los socios de gobierno sino del propio socialista Lambán. Los ciudadanos llevamos más de 40 días encerrados, con prohibiciones de movilidad, con limitación de la misma a distintas horas y situaciones, comportándonos la mayoría de los ciudadanos ejemplarmente, aceptando por responsabilidad personal y social tales restricciones, pero no puede limitarse nuestro derecho de opinión, expresión, queja o reclamación. A ello, hace oídos sordos el gobierno, porque las considera políticas de tal o cual partido, subestimando la libertad de cada ciudadano de expresar individual o colectivamente su opinión sin necesidad de valerse de colectivo político alguno, aunque eso sí, el vicepresidente Iglesias puede poner en duda la imparcialidad del poder judicial desde su cargo político. Se nos podrán restringir determinadas libertades, que ahora en plan paternalista nos permite parcialmente ejercitar en esta desescalada, pero el Gobierno ha de tener en cuenta y poner en valor más que nunca el artículo 10 de la Constitución que propugna la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás como fundamento del orden político y de la paz social. Es necesario unidad social para salir de esta crisis sanitaria y económica donde a las pymes y autónomos, generadores de empleo y riqueza, se nos exige un esfuerzo descomunal. Pero es fundamental que esa reconstrucción de nuestro país esté liderada por la conjunción de todos los sectores políticos, económicos y sociales. Es verdad como dice el presidente, que este virus no conoce de territorios, pero tampoco Sr. Sánchez de ideologías políticas, vengan de donde vengan, ni de sexo o género. Den ejemplo, no oigan, escuchen, también con total objetividad a los que estamos en casa, sean transparentes, porque aunque tengamos restringida alguna libertad y derecho, nunca podrán acallar las quejas, sugerencias, proposiciones o críticas de la gente, no pueden silenciar nuestras exigencias, están para servirnos, no para servirse de nosotros. Si quieren emular en la reconstrucción los pactos de la Moncloa, sería bueno aplicar lo que entonces dijo Suárez: «Un político no puede ser un hombre frío, sus decisiones afectan a seres humanos». Y «elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal». Quizás así la reconstrucción sea más llevadera.

* Abogada