A Torra le enviaría un coronavirus exprés intravenoso para refrescarlo de realidad, porque anda en las legañas independentistas. Y hay que despertarlo. Eso o comprender que estamos ante una mala persona, no solo un político nefasto, un clown sin estilo del soberanismo, una especie de soplagaitas que convierte en intelectual a Puigdemont, en estadista a Mas, a Montilla en converso manumitido de su españolismo y a Pujol en ladrón de guante blanco. Si comparamos a Torra con sus antecesores, cualquiera de ellos gana, aunque eso no sea decir mucho. Ahora aprovecha la crisis del coronavirus para seguir a lo suyo. Es coherente: le importan un pito los muertos y los infectados. Pero tampoco es que en la vicepresidencia encuentre réplica, con un Pablo Iglesias que aprovecha nuestro miedo social, la situación gravísima que padecemos, no para sumar fuerzas, no para juntar codos en plan falange espartana contra la adversidad, sino para levantar su fueguito insurgente de republicanismo y promover una protesta contra el Rey. Porque para Iglesias cualquier momento es bueno para añorar la Gloriosa y mandar al exilio a la Jefatura del Estado, fomentar la manifestación del 8M -porque no pasa nada- y saltarse dos veces la cuarentena por la infección de su mujer, con riesgo de contagio: porque eso qué importa, si los que se contagian son los otros. Vivimos nuestra mayor crisis de salud y una de las más duras como sociedad desde el atentado del 11-M y los de ETA, antes de que sus socios trataran de blanquearla. Todo eso qué importa, si yo puedo aprovechar para organizar, impulsar y alentar una cacerolada contra la monarquía, que como todo el mundo sabe es el gran problema que tiene España ahora. Pero los egoístas, los irresponsables, los soberbios, ni descansan ni piensan en el bien común; sino en lo suyo, en su razón ridícula. Amigos y lectores: ánimo y al toro, porque en el peor momento no estamos en las mejores manos, pero nos tenemos a nosotros mismos.

* Escritor