Ahora que se avecina eso que parece una lluvia de fondos públicos procedentes de la UE y Gobierno Central con el objetivo de ayudar a la recuperación del dramático escenario económico que ha dejado el coronavirus, no estaría mal que las administraciones y organismos respectivos, receptores y gestores de dichos fondos, intentaran replantearse la eficiencia, la utilidad, el buen aprovechamiento en el manejo de los mismos.

Fui contratado a finales del año pasado por un organismo dependiente del Ayuntamiento de Córdoba, durante 6 meses en el Programa Público Emple@ (financiado por todos los niveles de la Administración y la UE) para desempleados. Junto a mí 664 personas mas a lo largo del año: jardineros, pintores, licenciados, almacenistas, etc. 1.000 euros líquidos al mes los mas beneficiados. El monto global grosso modo se puede calcular fácilmente. Eso sí la Seguridad Social que debería correr a cuenta de la empresa contratante (el Ayuntamiento) quedó detraída de forma abusiva de nuestro sueldo. «Así se puede contratar a mas personas y que haya menos gente en la lista del paro « parecía ser la propaganda mediática. Solidaridad, obligatoria, intraparados, pensaba yo.

El trabajo que realicé junto a una compañera, también economista, variaba con respecto al proyecto previsto en principio para el que se destinaron los fondos. Para el nuevo contenido no había ninguna justificación, no estaba claro para qué era, para qué serviría. Ninguna consideración teórica ni criterios básicos para su realización, ni plazos... eso sí, multitud de impresos burocráticos, registros de salidas, cuadrantes de horarios, hojas de tareas, etc. Ni el más mínimo seguimiento serio del contenido de los trabajos (tres reuniones solicitadas por nosotros con las dos directoras, en tres meses, dos de ellas atendidos de pie). De lo que gozábamos mas que de autonomía profesional era de pura desidia «empresarial», en realidad un estorbo para la rutina habitual. El trabajo, que conseguimos acabar, según nuestra consideración, estará en algún pen drive perdido por ahí.

El jardinero, los almacenistas, pintores, el albañil, etc, contratados asímismo a jornada completa durante seis meses y exclusivamente para ese organismo, donde coincidían con nosotros, algo mejor entretenidos, también deambulaban con parsimonia alrededor de sus improvisadas y pintorescas tareas. «Hay ganas pero no tajo», eso decían.

Por comentarios que nos llegaban de otros ocupados que ya repetían en el Emple@, ese parecía ser también el ambiente que flotaba en otros organismos y en otras convocatorias de dicho Programa.

El sentimiento de perplejidad y enojo ante el desinterés «empresarial» y el de vergüenza ante la inutilidad del trabajo me empujaron a los tres meses a la renuncia del contrato.

Sirva este pequeño comentario, para alentar a no caer de nuevo en este tipo de fingidas actuaciones y seamos capaces de dotar de rigor y eficiencia a la utilización del preciado dinero público. No en base a condicionalidades externas sino a propias responsabilidades. No se trata de productivismo feroz, para eso ya están las grandes corporaciones privadas, sino de buen aprovechamiento, de retorno social razonable de los fondos empleados. Marcar tendencias preferentes y encauzar las inversiones en la dirección seleccionada. Analizar y no improvisar. Identificar carencias, evaluar necesidades reales y aplicar los recursos a aliviar dichos déficits y no tener que inventar destinos espurios para las cantidades previamente recibidas,,, La tipología y carácter de las inversiones y el gasto es una cuestión de opción política, la eficiencia es una cuestión técnica que atañe a todos.

Manuel Cuenca Moreno

Córdoba