Sánchez es ese jugador que eligió convocar elecciones generales bajo el principio de aceptar la incertidumbre de sus resultados. Como cualquier persona sensata habrá ordenado los posibles resultados del juego; es decir, habrá asignado una determinada probabilidad al número de escaños a lograr para su partido. Quizás haya fijado como peor resultado 123 escaños y como excelente premio 143 escaños.

Desconozco las probabilidades asignadas a cada número de escaños y también desconozco sus preferencias aunque supongo que su preferencia será el resultado de 143 escaños. El axioma de continuidad establece que el resultado del juego el día 10 de noviembre por la noche depende de la probabilidad asignada al mejor resultado deseado y la complementaria al peor de ellos.

Supongo que no le agradará obtener 123 escaños y le pondrá contento un resultado que se acerque a 143 escaños en el congreso de los Diputados.

Pero éste de las elecciones no es el juego principal de Sánchez sino los otros juegos de los pactos posibles con Errejón y Rivera.

Mediante retrospección se observa que para Sánchez pactar con podemitas e independentistas ofrecía elevado riesgo y hubiera sido pernicioso para el partido socialista. Tras las elecciones, si las ganas minoritariamente, tendrá que valorar si pactar con Iglesias, Errejón o Rivera sin necesidad de acudir a nacionalistas.

Toda esta cadena de juegos dependerá de la utilidad, esperada para el Partido Socialista, de cada tipo de pacto y su curva de indiferencia está condicionada por su actitud ante el riesgo. Mostró mucha aversión al riesgo en su negociación con Iglesias y a éste le sucedió lo mismo respecto de Sánchez. Quien más aversión al riesgo mostró fue Rivera que rechazó cualquier tipo de pacto.

A partir del día 11 de noviembre se abre un abanico de negociaciones y se contemplan una amplia gama de posibles acuerdos pero, llegado a algún pacto, puede ocurrir que la utilidad del mismo no sea satisfactoria para alguna de las partes aunque fuese excelente para España. Se logrará un pacto estable si el partido que sea neutral ante el riesgo suministra seguridad completa al partido que muestre aversión al riesgo de pactar. No se firmó acuerdo entre Iglesias y Sánchez porque aquél, quien era más neutral ante el riesgo, no pudo garantizar seguridad a Sánchez que era quien más miedo tenía al resultado del pacto.

Tras las elecciones y hasta después de Epifanía vaticino que un gobierno pactado surgirá si, siendo ambas partes miedosas ante el riesgo, son capaces de sufrir y soportar parte de dicho riesgo. Si el riesgo no es eficientemente compartido entre los dos partidos firmantes no existirá un pacto eficiente Pareto y el gobierno no durará toda la próxima legislatura.

* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba