Siempre ocurre lo mismo cuando cambia el Gobierno. Hay que desechar la ley prevista por el anterior ejecutivo. Desde la Transición se han promulgado siete leyes, la Lomse fue la última que ya no vale. Pero la motivación para ese borrón y cuenta nueva no es la búsqueda de lo esencial en la Educación con mayúscula: luchar por el desarrollo moral y cultural de la sociedad. Según Cesar Antonio Molina, ministro de Cultura en el Gobierno de Zapatero, «nos hemos entregado a una nueva barbarie al descartar las humanidades en los planes de enseñanza (...) En política hay una idea nefasta: es antipopular elevar el nivel cultural». Lo comprobamos a diario al sintonizar cualquier cadena de televisión apellidada pública. Por eso cuando surge lo ya habitual, cómo descafeinar el título de Bachiller, queda oculto lo esencial. Se ha devaluado la cultura del esfuerzo. Para que el pacto por la Educación prospere, hay que colocar las ideologías a buen recaudo; la cuadratura del círculo. La izquierda, con su querencia marxista, insiste en que el Estado es dueño y señor de cómo hay que educar y popularizar la cultura. La derecha que considera la educación como instrucción y como norma de urbanidad, opina que depende de la libertad de los padres según la Constitución. Envié más de una crónica a TVE sobre la Formación Profesional. Mi propósito era informativo y pedagógico. Para acceder en Alemania a la Universidad hay que superar una criba previa muy exigente y está la opción de la FP. Aquí el bachillerato con un suspenso no frena la titulitis universitaria, ahora que el Gobierno parece tener interés en la FP.

* Periodista