El nuevo curso comienza y el tema de la educación vuelve a ocupar el primer plano de la actualidad. Al menos, para las familias, los alumnos y los profesores. El papa Francisco, en su exhortación La alegría del Evangelio, recuerda que «la educación integral de los hijos es una obligación gravísima». Podría parecer una expresión exagerada, pero a la vista del creciente analfabetismo religioso y de la incomprensión o la indiferencia que desde hace años está sufriendo la clase de religión, nos damos cuenta de que es la más exacta. Francisco explica que la enseñanza de la religión no es solamente una carga o un peso sino también un derecho esencial e insustituible que los padres están llamados a defender y que nadie tendría que pretender quitárselo. Estamos hablando de un derecho de la persona que está por encima de la laicidad. Por otro lado, todo derecho se corresponde a un deber: los padres tienen derecho a pedir la clase de religión para sus hijos, porque tienen el deber de hacerlo. Una médico cristiana declaraba recientemente que hasta los quince años su familia le escamoteó el evangelio: «Me sentí estafada». Francisco recuerda también que el Estado ofrece un servicio educativo subsidiario, acompañando la función indelegable de los padres que tienen el derecho/deber de elegir con libertad el tipo de educación, accesible y de calidad, que quieran para sus hijos según sus convicciones. «Un país que no tiene en cuenta sus raíces, tampoco puede tener clara su identidad de presente y de futuro», señalaba uno de nuestros políticos. Y, desgraciadamente, en muchos centros docentes, la normativa vigente sobre las clases de religión, no se cumple. Sería una pena que avanzara ese «analfabetismo religioso» que se cierne ya sobre las nuevas generaciones, a causa de nuestra indolencia en exigir derechos y cumplir deberes. A veces, no se respeta el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos. Y se olvida que la educación integral es un tema importante, de cara al futuro de un pueblo. No puede resquebrajarse uno de sus pilares fundamentales.

* Sacerdote y periodista