En la plaza Ramón y Cajal, por la que paso con frecuencia, se encuentra enclavada la estatua de granito erigida en honor al gran músico cordobés Eduardo Lucena (1849-1893). Fue contemporáneo, aunque no por mucho tiempo, debido a su temprana muerte a los 44 años, del también insigne músico cordobés Martínez Rúcker (1861-1924).

Entre la infinidad de composiciones escritas por Eduardo Lucena, siempre se recuerda su famosa Pavana, que ha sido y sigue siendo interpretada por orquestas y grupos musicales cuando se trata de conciertos de música cordobesa, como el Real Centro Filarmónico, creado por el compositor. De Martínez Rúcker, su obra Capricho Andaluz, no menos famosa, que actualmente se recuerda a diario porque un fragmento de esta obra es la que da las horas en el reloj situado en el edificio de Cajasur, en la esquina con el Bulevar y Ronda de los Tejares.

Pero lo que hoy me mueve a escribir esta carta, no es hacer una comparación entre ambos músicos, sino la tristeza que produce al pasar delante de la estatua de Eduardo Lucena y comprobar el abandono injustificado que presenta. No me atrevo a sugerir una rehabilitación del acogedor recinto semicircular donde se encuentra, aunque lo está pidiendo a gritos, ni siquiera una restauración de su nariz mutilada, por la consabida época de restricciones que estamos viviendo. Lo único que sugiero es que se hagan resaltar el nombre y las fechas grabadas en el pedestal, completamente borradas por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. Creo que eso no representa una inversión inasumible y de esa forma, dar cierta información a turistas e incluso a un gran número de cordobeses, que seguramente no saben que se trata de un gran músico y compositor cordobés que hizo tanto por la cultura musical en Córdoba.

Desde aquí, hago un llamamiento a quien proceda, para subsanar estas pequeñas cosas que no por ser pequeñas, dejan de ser importantes para nuestra ciudad y sus visitantes.

<b>María Pilar Peña Pérez</b>

Córdoba