El líder socialista, Pedro Sánchez, inició ayer el contacto con los colectivos sociales con intereses que les hacen proclives a apoyar la formación de un Ejecutivo de izquierdas en España, recabando sus demandas para completar un programa de Gobierno que pudiese ser asumido por el PSOE y servir de argumento para recibir el apoyo externo de Unidas Podemos. Es positivo que los primeros pasos tras la investidura frustrada incluyan el interés, que no estuvo precisamente en el primer plano en las frustradas negociaciones de las últimas semanas, por el contenido de las políticas de progreso que deberían impulsarse después de que los electores señalaran hacia esta dirección con su voto en las últimas elecciones. En un momento en que unos plantean que los contactos se reinicien desde cero y otros que se reemprendan allí donde se quedaron, ninguna de las dos partes debería reincidir en algunos de los errores que hicieron imposible el acuerdo. El principal, estar más pendiente de crear un relato de cara a la opinión pública que obligue a ceder al socio potencial, o incluso que sea más útil para llegar en una posición de ventaja a una hipotética repetición electoral, que avanzar de forma franca hacia la formación de un Gobierno necesario. Que este diálogo aún no se haya retomado no es la mejor manera de demostrar que se está haciendo lo necesario para evitar que todo acabe de nuevo igual.