Uno de los temas en los que no suelen hacer hincapié los libros de economía es que el funcionamiento real de las economías depende de su entramado institucional. Y es que la forma en la que se pagan los impuestos, se organiza el mercado de trabajo o funciona el sistema financiero, determina el funcionamiento final de la economía porque afecta al comportamiento de las familias y al de las empresas, unidades básicas de la producción. Por eso, entre otras causas, no hay dos economías idénticas. Por eso una economía no es idéntica ni siquiera a sí misma a lo largo del tiempo, ni se pueden copiar ni repetir las estrategias de política económica. Las economías son organismos vivos que evolucionan. Y no hay dos idénticas. Tener esto en cuenta es importante porque muchos analistas económicos de chiringuito están haciendo estos días una serie de conjeturas sobre la economía española, a cuenta de lo que ocurre en la norteamericana, que hay que matizar.

Desde un punto de vista de las instituciones y del sistema financiero hay varias diferencias importantes: la primera diferencia radica en que las familias norteamericanas pagan menos impuestos, en media, que los europeos, lo que determina que sean ellas las que deciden más claramente su nivel de consumo y de ahorro. Como su sector público no les presta tantos servicios como el nuestro (no tienen sanidad universal gratuita, ni un sistema universal de pensiones, ni universidades públicas casi gratuitas), la familia media americana tiene que ahorrar en forma de seguros médicos, planes de pensiones y fondos para la universidad de los hijos. Un ahorro que se canaliza a través de los grandes fondos de inversión que, a su vez, colocan este dinero en las empresas que cotizan en las bolsas norteamericanas (de las que Wall Street, la New York Stock Exchange, es solo una, aunque la más importante). Por otra parte, y esta es la segunda gran diferencia, las empresas americanas suelen financiarse emitiendo acciones y obligaciones convertibles por lo que acuden a los mercados, en vez de a los bancos, como hacen las empresas europeas. Como por otro lado, los dividendos se suelen pagar en forma de acciones liberadas por cuestiones fiscales, el resultado es que la evolución de la Bolsa americana no solo es determinante en el patrimonio financiero de las familias, sino también en su renta, por lo que sus fluctuaciones sí afectan al comportamiento del consumo de las familias y, a través de éste, al conjunto de la economía. El sistema financiero americano, esa institución que casa el ahorro con la inversión en una economía, está basado en los mercados, mientras que el nuestro pivota mucho más en los bancos. Y un dato corrobora lo dicho: en los Estados Unidos, casi el 70% de las familias tienen sus ahorros o parte de ellos en fondos de inversión o similares; en España, y es un hecho reciente, no llegan a 20%.

Teniendo esto en cuenta podemos deducir que las relaciones entre economía financiera (y, por ende, variables monetarias) y economía real son mucho más intensas en los Estados Unidos que en Europa. Allí sí es cierto que la Bolsa influye en la economía real (y viceversa), en Europa es menos cierto, y en la muy estrecha bolsa española, la relación es muy tenue. De igual forma, lo dicho explica porqué el BCE y la Fed han actuado de forma diferente, pues mientras que para el BCE se trata de salvar a los Bancos, para la Fed se trata de mantener la confianza de los americanos en su bolsa. Y, finalmente, de lo expuesto también podemos deducir que, ante la situación actual, los daños que puedan causarse serán limitados y, además, que la política fiscal no puede actuar sobre ella. Por eso ha hecho bien la señora Merkel al no aceptar la propuesta del presidente Sarkozy (tan activo él) de reunir el G-8, como ha hecho bien Solbes en minimizar la situación. Y es que actuar histéricamente es, en este caso, además de erróneo, de mal gusto.

* Profesor de Política Económica.

ETEA.