Imaginemos que un día cualquiera, el producto se vende en farmacias, tiendas naturistas, supermercados, grandes almacenes, por la red... Lo mismo que ahora se compran mil cosas y a todos nos parece muy bien, pese al daño a las tiendas de siempre. Como en todo y porque de todo opinamos para sentirnos, aparecerían opiniones variadas. Habría opiniones a favor y quienes condenaran el peculiar y, sobre todo, sorpresivo mercado. Se llenarían los foros con reacciones tan diferentes como opinantes aparecieran, coincidentes con la nuestra, lejos de ella, razonables y disparatadas: un boom, sin duda, de excepcional tamaño. Apocalíptico. Si se opina de todo y todos opinamo..., imaginen. Responsables clásicos de la moral pondrían el grito en el cielo: ¡Perdición! ¡Esto lo estábamos esperando! Gente más liberada o más sufrida: ¡Iba siendo hora...! Médicos y educadores llenando los foros, pantallas y micrófonos, que ahora trabajan en la compleja tarea, no se pondrían de acuerdo: ¡Por fin! ¡Qué disparate! ¿Padres y madres que lo sufren...? ¿Verían algo de luz o una luz diferente? ¿Morirían de dolor por una vez por el veneno libre en los mercados? ¿Tendrían, por fin, la opción de cuidar a los hijos en su casa, en su cama, como hacían cuando enfermaban de pequeños por una gripe o unas anginas? Tendrían la paz peculiar de evitar la incertidumbre por no saber dónde andaban y en qué, casi siempre, malas compañías y en ambientes siempre lúgubres y peligrosos, que son lo más común ahora. Si no en un cuartelillo con olor a orines y hasta que, con suerte, los localizaran o los llamara la policía. El protagonista hablaría de su enfermedad como se habla de esas cosas abiertamente «Me siento mal y quiero salir de esto». Los políticos importantes quizás tengan más problemas para poner a los jóvenes y no tan jóvenes en el buen camino y habrán de encontrar sistemas para que no se tiren por las calles. La droga es libre y barata, en un mercado de precio y de canallas. Es como el vino o el tabaco pero ha de enriquecer a los más atrevidos y listos. ¿Quiénes sufrirían la mayor conmoción, la más grande de las ruinas? Los que se enriquecen con ella y acuden a las puertas de los colegios para lograr clientes. Muchos sin otra ocupación ni perspectiva.

Y les cuento una historia lamentable y sobrecogedora, real e impresionante. Cuesta creerla. Hace años, ejercía de maestro en un colegio conocido de la ciudad. Alumnos y alumnas de segunda etapa de EGB. Sabía de aquella madre y el drama familiar. Su hija cursaba estudios de segundo curso con normalidad, como estudiante que progresaba con aprovechamiento, preocupada e inteligente. Una mañana faltó y la madre, menuda y algo desaliñada, acudió a la puerta del aula, mezclada entre los compañeros de su hija. «Cris no viene esta mañana -me miró, apurada- Está con la garganta» «¿Y cómo van las cosas?» Entendió mi pregunta, ante aquella puerta antigua y acristalada que no dejaban libre «Esa, ¡como no sea porque se pone mala...! No nos da un disgusto la chiquilla --tardó en continuar-- Sé por dónde va usted y..., don Luis: ojalá pudiera contarle algo mejor del otro, de mi niño, que nos está matando. Esta mañana no llegaba y el padre tuvo que ir a recogerlo a la... ¡Que lo conocen, don Luis, como si viviera allí, en la comisaría! En el río con otros y en una pelea, maestro. Que me venía con una chifarrá en la espalda que daba miedo» «¡Vaya por Dios, mujer...» Y lo sentí con un gesto, que bien hubiera servido de despedida. Pero me detuvo con la consiguiente disculpa «¡Un infierno! A lo que ha llegado... Para que una madre y también un padre digan esto tienen que estar más que hartos, don Luis... Cualquier día aparece tirado en los molinos con la aguja colgándole del brazo --sus ojos rebosaron en lágrimas--. A ver si nos pasa y se acaba el mal sueño» «¡Vamos, mujer: no diga eso, que ustedes no quieren eso!» «¡Lo mejor, maestro! ¡Lo mejor! No sabe-se le encogía el corazón. --Usted no sabe...» No tenía que llorar para transmitir más dolor y pena.

Al final de aquel curso, murió César, que así se llamaba. Tenía veinte años y había pasado por nuestras aulas como la niña. Ocurrió como me había pronosticado la madre: un jardinero lo encontró muerto, solo y entre las ratas de un molino.

* Profesor