Este mes de abril hemos rememorado dos acontecimientos que conmovieron al mundo. Se han cumplido los 27 años del comienzo del asedio de Sarajevo el 5 de abril de 1992, y los 25 de la guerra de Ruanda, el 6 de abril de 1994. Sin duda es imprescindible recordar los hechos de aquellos años para reflexionar. La declaración de independencia de Bosnia--Herzegovina fue el detonante de un conflicto larvado y precedido de manifestaciones contra la guerra. El ataque a Sarajevo inauguró uno de los episodios más sangrientos y descarnados del siglo XX. Esta situación se mantuvo entre 1992 y 1995. Cuatro años de horror en los que se contabilizaron más de 14.000 muertos, de los que 1.601 fueron niños. Sobre estos hechos han respondido ante la justicia internacional con sendas cadenas perpetuas tanto el entonces presidente serbo--bosnio Radovan Karadzic, como su brazo armado, el general Ratko Mladic, «el carnicero de Bosnia», como los principales responsables de la masacre.

Sarajevo además, es un toque de atención a las sociedades europeas, ya que con su permisividad toleraron las muertes de los que salían a por agua, iban al colegio o a la cola del pan. Esta permisividad e inacción quedó excelentemente retratada en la película En Tierra de Nadie (2001) del director Danis Tanovic. La lenta y errática reacción de la flamante UE saliente de Maastricht dejaba en el desamparo a una ciudad, a un territorio que, como contaban las crónicas periodísticas, estaba a apenas tres horas de Bruselas. Fue entonces cuando tuvo lugar la primera ola de refugiados hacia las puertas europeas y que provocó la aprobación de la directiva de la UE para la concesión de protección temporal en caso de afluencia masiva de personas desplazadas que con la crisis Siria los estados no han querido adoptar. Sin duda, entonces, una parte importante de Europa moría en la capital Bosnia. Apuntaba hace unos días Bernard--Henri Lévy que los hechos de Sarajevo dieron comienzo a una serie de nuevos Munich, en referencia al Pacto firmado por los aliados con la Alemania nazi de 1938 en los que se cedía a las demandas alemanas en relación a los Sudetes. Y no andaba desencaminado, tras Sarajevo, vino Ruanda, Libia y Siria fueron después.

Y precisamente también en estos días se ha cumplido el aniversario del genocidio ruandés. En esta ocasión las cifras de víctimas ascendían al millón personas masacradas y en torno a unas 250.000 mujeres violadas. Al igual que durante el conflicto de Bosnia una parte de los crímenes de entonces han sido juzgados y condenados por la justicia internacional con un saldo de 93 sentencias condenatorias. En ambos casos, fueron estos conflictos que se cebaron sobre la población civil, en los que se utilizó a las mujeres como arma de guerra, en los que se asesinaron niños de manera indiscriminada y en los que la sociedad internacional no hizo lo imposible para parar la matanza.

Bosnia y Ruanda fueron en los 90, ahora son Siria y Libia. Europa debe actuar, y sus sociedades no pueden permanecer impasibles ante lo que allí sucede. Es imprescindible rescatar nuestra historia, ver qué se hizo bien y qué se hizo mal. Pero sobre todo es fundamental actuar para evitar que sucedan más bosnias y ruandas. Ya vamos tarde.

* Profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid e investigadora